24 dic 2016

Neftalí: un hombre fiel

El género micro-relato es difícil e implica varios desafíos: contar una historia completa en menos de 100 palabras.  Que tenga un comienzo, un nudo o conflicto y una resolución.  Que cuente algo muy puntual pero que a la vez sea vigente y universal en distintas épocas y culturas.  Y que sugiera mucho más de lo que cuenta... 
La escritora Sabina DuAr presentó en el Taller un micro-relato que reúne todas estas características... que lo disfruten!!

 Neftalí: un hombre fiel
 Por Sabina DuAr

 Pese a que Mara le ofrecía sus labios jugosos y sus muslos prietos, impregnados de su  perfume favorito Flowerbomb, de Viktor y Rolf...
 Pese a las sábanas escarlata, siempre dispuestas para la batalla...
 Pese a la lencería casi palpitante que ella misma elegía para lucir con él...
 Y pese al Buen Amor que su esposa Mara le prodigaba... Neftalí jamás volvió
 a tocar otra piel que no fuera la de su amante.
“No se atreverá a dejarme” -pensó el hombre egocéntrico de pectorales bravíos y  cabellos ensortijados- mientras la observaba dormir en la otra orilla de la cama.
 Y le dio un beso a Mara en la frente, como se besa a una madre.



3 dic 2016

Uno de Mariluz y uno de Nelson

Esta semana en el blog, dos cuentos que hablan desde un presente que mira hacia atrás con nostalgia: "El último favor" historia de Mariluz Rivera Sierra que le peleó el Primer Puesto  a "Paradise Birds" y "Don Pedro" un recuerdo campestre de Nelson Guilboa. Noten como ambos autores, en algún momento, echan mano a personajes del Quijote para apoyar la descripción de sus propios personajes...

EL ÚLTIMO FAVOR
Por Mariluz Rivera Sierra

El calor y el tráfico desdibujaban el paisaje de las calles de Tel Aviv. La densidad amarraba mis ojos a Morfeo. Y yo, impávida frente al peligro, apenas podía aferrarme al volante para no caer del todo en sus brazos. Fue entonces cuando el llamado de mi padre me arrancó del letargo y de un frenazo evite estrellarme con el auto que tenía en frente.  Atolondrada por la situación, apenas si entendí sus primeras palabras al otro lado de la línea y del abismo que nos separaba desde hacía ya algún tiempo.
-Que hubo m’hija, necesito que me haga un último favor- le escuché decir.   Le prometo que después de esto no la vuelvo a molestar -añadió- dejándome claro que se alejaría de mí aún más.
Le dije que no, anticipándome a su pedido. Ya estaba bueno de sus locuras -pensé- no le alcahuetearía ni una más. Le pedí por favor que empacara sus cosas, dejara la selva y regresara a casa con mamá, quien le esperaba, dispuesta a cuidarle y a amarle como nunca había dejado de hacerlo.
Papá siempre había sido un loco, un soñador. Un quijote detrás de mil y una Dulcineas, a las que quería arreglarles la vida. Desventuradas saladoras de puercos que se vendían al primer hombre que les regalaba un trozo de pan. Utopías de ensueño que al final de sus días le habían dejado tan solo y tan triste como al viejo de la Mancha, Alonso Quijano.
Siempre queriendo ayudar a todo el mundo. Nunca supo decir no.
El día que perdió su negocio y quedó en bancarrota, lloraba abrazando sus cuadernos de fiados. Interminables listas de compras, firmadas por todos aquellos deudores morosos. Mi padre no tenía corazón para dejarles regresar a casa sin el mercado. Que los hijos de otros aguantaran hambre, era una idea que no podía soportar. Fue así como siempre, terminaba llenándole la canasta a los paisanos de aquel “Macondo” triste y olvidado de la mano de Dios.
-No se preocupe Berta, que toda esta gente nos va a pagar, no ve que me quieren mucho? -solía decir-.
En eso tenía razón, todos lo querían mucho pero… ¿qué sabe el amor de bolsillos vacíos?
Hacía mucho tiempo que todos habíamos abandonado el nido y mi padre convertido ya en un ingenioso hidalgo, se había dedicado a llenar su vida de aventuras dignas de un caballero andante.
Pero últimamente, estaba enfermo y agotado. Aunque no quería reconocerlo, deseaba reposar el cansancio que le habían dejado sus travesías. A regañadientes, como quien no quiere la cosa, empacó sus corotos y dejó que el astro más brillante del crepúsculo le guiara.
Esa misma noche, después de nuestra última conversación, mi amado quijote emprendió el viaje montado en su Rocinante, una pequeña moto Vespa tan desgastada como él.

Buscando el camino de regreso a casa, encontró la muerte en su última batalla. Un embriagado molino de viento que llevaba por armadura la luz de la luna, sin pito ni aviso, como una ráfaga de viento, le arrancó la vida estrellándose contra él, dejando su frágil cuerpo inerte bajo un árbol frondoso de hojas grandes, a la orilla del camino.

DON PEDRO
por Nelson Guilboa
De la cartera escolar asomaban nombres, rostros, que quedaron a la vera del camino. Dulces recuerdos que llevo bajo el brazo y los quiero compartir con ustedes.  Hoy ya no están, pero existen…uno de ellos fue Don Pedro o Pedrin como lo llamábamos cariñosamente. Lo conocí en las primeras vacaciones que pase en el campo junto a mis primos.
La  Propiedad  lindera le  pertenecía. Vivía junto a su asistente -Pinto- que yo llamaba Sancho  por su función.
Dos gauchos de comedias infantiles, eran tan distintos como su estatura. Pedrin octogenario, alto y fortachón para su edad, de buen talante y le gustaba bromear, Pinto en cambio era de estatura baja y aparentaba los cincuenta. De  cara redonda, un sombreo de cuero calado hasta las orejas, atado con un tiento por debajo de la mandíbula, un pañuelo blanco le rodeaba el cuello y. unas gafas de gruesos cristales, escondían sus verdaderos ojos. Nos  causaba gracia cuando queriendo simular su miopía, veía cosas de lejos que no existían. Su oído lo mismo, afirmaba que podía captar sonidos lo mismo que Jilguero, -El can guardián de la estancia-  En cambio Pedrin no necesitaba lentes y veía mejor que nosotros, sabía quién se acercaba de lejos con solo divisar la silueta o -el bulto- como él decía. A menudo lo veíamos pasar montado en su caballo o en el Ford T de capota negra.  Que en días de lluvia, no se atascaba en ningún charco por enlodado  y hondo que fuese.
Vivian los dos en paupérrima modestia, por vocación,  porque no le faltaban los medios. El rancho de adobe, amenazaba a desmoronarse. El techo de paja, presentaba desordenes y goteras, como si las gallinas hubieran estado escarbando. El  piso de tierra desparejo y un tablón en una esquina oficiaban  de mesa. Un vetusto armario ennegrecido albergaba vajilla de loza inglesa, que denunciaba la presencia femenina en una época remota. La cocina, consistía en un fogón siempre encendido  en el que nunca faltaba la caldera tiznada,  soplando vapor y silbando como un barco que se aleja,  lista para cebar el mate, solo eso  tomaban, llegue a pensar que ni saben que existe la Coca Cola.
Con solo divisar  a los cinco “forajidos” armados de hondas y alguna escopeta de caza atravesando campos  rumbo a sus casa, le pedía  a Pinto ensillar  los caballos. Tenía varios y variados pero consciente del peligro elegía los más dóciles y petisos.
Un día compitiendo con mi primo quise acortar distancia y apuré el galope. Cuando lo estaba por alcanzar, Luna -la yegua de color bayo- metió la pata en un pozo y rodó en el terreno arado…
Amortigüé el porrazo con la mano izquierda, que sufrió fractura, pero a Luna hubo que sacrificarla… se quebró un remo. No sabía cómo emendar esa inconciencia, me sentía culpable, por un impulso egoísta apresure su fin.  Y para Pedrin generare  una tragedia, pues sabia como quería a sus animales, a todos les había elegido sus nombres. El me consoló con que a Luna ya no le quedaba mucho, -Esta  vieja- me dijo pasándome el brazo por los hombros -Se fue uno días antes no más, no te martirices gurí. Ande vaya,  vaya  al hospital que le ponga un yeso-
Siempre serviciales, nunca pedían nada a cambio. Mi tío lo invito un día  a su  casa en la ciudad,  para mostrarle adelantos y comodidades. Él se rehusaba, diplomático: -El progreso es adictivo.  Cada vez que voy al pueblo tengo ganas de renovarme y comprar, pero yo le digo a Pinto mejor no cambiar nada, porque si uno se tienta no termina ahí y ¡hasta una mujer uno elige!  Y ahí nomás la vida se complica-…cursaba ya sexto grado y creía saberlo todo, pero no entendí bien su respuesta.
Tal vez la felicidad en nuestros rostros de pibes era su salario, su recompensa., Pinto nunca tuvo  mujer pero Pedrin si, en su propiedad  había una casa abandonada donde alguna vez  fue habitada, pero no sé, nunca pregunte, si perteneció a sus finados padres o si tenía otro fin, de todos modos estaba por fuera en mejor estado de la que habitaban.
Si tuvo hijos, nunca hablo de ellos, creo que  fuimos nosotros aquellos que les falto. Le complacía vernos felices. Sin proponérselo más que un gaucho servicial fue un abuelo ejemplar, por  su actitud positiva, humildad, cariño y  talento.

4 nov 2016

Paradise Birds

A fines de Setiembre se llevó a cabo el Sexto Encuentro de Lectura de Trabajos Propios en el Instituto Cervantes de Tel Aviv y los trabajos de Yamila Carini ("Mario y sus Paradise Birds") y Mariluz Rivera Sierra ("El último favor") recibieron la mayor cantidad de votos del público.  Costó definir qué autora y qué cuento quedarían en el primer puesto: finalmente, la voz de una niñita que estaba entre el público tentó al Jurado compuesto por Einat Talmón (Instituto Cervantes) Juan Zapato (La Torre de Babel Ediciones) y Pedro Muñoz (alumno de los Talleres que ganó en tres ediciones anteriores) a definirse por el texto de Yamila.  ¡Que lo disfruten!  En el próximo post, podrán leer el cuento de Mariluz...

MARIO Y SUS PARADISE BIRDS
Por Yamila Carini

La última vez que Margarita Luz de las Tinieblas se detuvo a mirar el “horizonte”, Mario, su marido, rompió el equilibrio.  –Marga… ¿y si nos vamos a Indonesia?
La mujer, de unos treinta años, se encontraba tomando té frío en el balcón junto a Enriqueta, una gata persa que admiraba a su dueña con ojos de búho, característicos en esa especie de peludos. El felino movió la vista lentamente agitando su majestuosa cabellera y en un pestañeo tajante, cerró el ojo izquierdo en forma de guiño.  Su ama se reacomodó en la silla.  Ella seguía observando el “horizonte”, o sea, el balcón del edificio de enfrente; cuando súbitamente recordó el significado de su nombre: “Margarita, nombre griego que significa perla, popularmente llamado aquella que no arriesga”. Esta definición estaba adherida en su memoria, pero para sus adentros, su nombre significaba: “flor amarilla que crece como el junco y es salvaje como el viento”. Eso se repetía cuando escaseaba  el aire en la oficina, y a veces, al mirar las góndolas del supermercado.
-Eso queda en Asia ¿no gordo?-.
–Sí ¡sí!  Es el lugar que muestran en la televisión, con esos pájaros multicolores que tienen hilos en vez de alas –el hombre tomó un gran sorbo de aire- picos invertidos y ojos fluorescentes... ¿te acordás?  ¡Los paradí-se berds!
La mujer sonrió con cierta picardía en sus ojos. –Paradise birds- corrigió.
En el macetero del vecino la albahaca crecía como trébol, los tomates cherry comenzaban a asomar sus amarillentos cuerpos y la menta estaba llena de hojas puntiagudas con olor a chicle.
En cambio, las petunias de Margarita se habían secado poco a poco y solamente quedaba un helecho en pie, el cual era alimentado por la lluvia.   
-Paradise birds- repitió en voz baja y la gata suspiró tan profundo que a Mario le dio un ataque silencioso de celos.  No le gustaba para nada esa complicidad que se enredaba entre el animal y su mujer.  Lo caratulaba secretamente como “incestuoso”.  Compartir el amor con sus futuros hijos lo asustaba, pero de seguro lo sentiría razonable…  Ahora, los sistemáticos suspiros y ronroneos a dúo le molestaban casi como cuando su equipo erraba un gol, así de tanto.
Ambos guardaron silencio y se zambulleron en sus propios pensamientos.
Por primera vez, contaban con trabajos establemente herméticos, que brindaban la posibilidad de viajes cortos, quesos franceses y ropa de marca.
A principio de año, Margarita había leído en un horóscopo que su “herida ancestral” se encontraba en proceso de curación, algo que la tenía alterada, pues no sabía que era una “herida ancestral”. Había googleado días enteros en búsqueda de alguna respuesta pero todo era tan ilógico como la actual “cacería de pokemones”. Se sentía de otra época, como si las vidas anteriores la estuviesen abucheando.
En cambio, el horóscopo de Mario indicaba que se encontraba en una búsqueda de su propio ser, para comprender que hay algo en él que no sufre cuando sufre y que no se enfada cuando se enfada.
Después de unos segundos, ambos se miraron y sonrieron.  Enriqueta, estiró su corto cuerpo en el regazo de su ama haciéndose un nudo.  Mario, tomo bruscamente a su mujer por ambos hombros y corrió violentamente al animal, tirándolo al suelo.  –¡Esta gata de porquería se queda acá! ¡¿Me entendiste?!-.

Margarita Luz de las Tinieblas, se levantó de la silla bastante mareada y al mismo tiempo como una flor amarilla que crece como el junco y es salvaje como el viento. 

26 oct 2016

Taller de Escritura Creativa Nivel Avanzado

Fecha de Comienzo:  Lunes 7-11-2016

Duración:  14 encuentros de 2 horas 30 minutos
Horario:  18.15 a 20.45
Lugar:  Instituto Cervantes (Tel Aviv - Israel)
Temas:
-La trama de una historia
-Tensión dramática (en cuento breve y novela)
-Descripción de personajes, objetos, sentimientos y pensamientos
-¿Cómo lograr un texto claro, limpio y bello?
-El mensaje
Informes e Inscripción:  Instituto Cervantes de Tel Aviv, Departamento de Cultura
Teléfono:  03-5279992  Interno 5 - Einat




14 sept 2016

VI Feria del Libro en Español

En la ciudad de Raanana, se llevará a cabo esta fiesta cultural en idioma español que cada año suma más púbico que viene de todos los puntos de Israel.  Stands con libros nuevos y usados, conferencias, presentación de nuevas obras, firma de ejemplares, sorteos y el cantante David Broza entonando poemas de Neruda... los esperamos!
Viernes 16.9.16 entre las 9.00 y las 15.00 hs. - Hapalmaj 2 - Raanana
Teatro Mishkan Hahomanuiot - Hapalmaj 2 - Raanana


9 ago 2016

La Ultima Historia de Amor - presentaciones

Con mucha felicidad y el estado anímico "concretando sueños", se llevó a cabo en el Cervantes de
Tel Aviv -hace unos días- la primera presentación de mi nouvelle "La Última Historia de Amor".

Diversos factores convirtieron a esa tarde en un momento súper especial, único e inolvidable: estuvo presente casi toda mi familia (los que están en Argentina también), mi editor Juan (La Torre de Babel Ediciones), mi socio José Caro (Ritmo Latino-Raanana) muchos amigos queridísimos y... como frutilla del postre (qué hermoso fue!) me sentí muy bien rodeada-apoyada-aplaudida por el núcleo de escritores de habla hispana en Israel, que se fue formando conmigo a lo largo de cinco años de Talleres de Escritura Creativa en Cervantes... ¿qué mejor?
Para los que me preguntan, el libro se puede adquirir haciendo click en este link y lo recibirán en vuestro domicilio por correo (sin ningún gasto de envío adicional)
http://www.latorredebabelediciones.com/#!laultimahistoriadeamor/c4qkn

-Los que viven en Tel Aviv lo encontrarán en la selecta librería Du Foyer (Kikar Masaryk 14)
-En Jerusalem, en la pintoresca librería Vice-Versa (Shimon ben Shatah 1) sitio cargado de historia, donde habitó un tiempo Zeev Jabotinsky. 

El libro está distribuido además, en diversas librerías de España.
GRACIAS a todos los que estuvieron conmigo esa noche mágica!
Próximas presentaciones:
-En Agosto, en el bellísimo bar-café "Etmol Shilshom" de Jerusalem (pronto informaré la fecha)
-El viernes 16 de Setiembre, la presentación de "La última historia de amor" será una de alas actividades centrales de la prestigiosa Feria Internacional del Libro en Español, en Raanana.

2 ago 2016

Algunos cuentos de Graciela Corfas Z"L

Graciela Corfas, traductora, escritora y hermosa mujer llena de vida que pasó por varios Talleres de escritura del Cervantes y conoció a algunos de ustedes, terminó una larga pelea de diez años contra la enfermedad y por lo menos podemos decir que ya no sufre más. En el lapso de esa década viajó por el mundo, bailó en el casamiento de un hijo, vio nacer nietos y se mantuvo en contacto siempre conmigo, tratando varias veces de retomar los Talleres o de concurrir a los encuentros de lectura de trabajos propios.

Suelo decir en clase, que la palabra escrita tiene el poder de lo que permanece, de lo que trasciende.  Por eso a continuación, hoy -30 días después que nos dejó físicamente- y como homenaje a Graciela, publico algunos de sus escritos, que estoy segura van apreciar muchísimo.

Graciela querida!  Sea bendito tu recuerdo...

¿QUÉ HAY EN UN HOMBRE? *
Me acerqué al empleado del Ministerio de Absorción con el pasaporte en la mano.
“¿Nombre?”, me preguntó. “Graciela Beatriz Arcusin de Corfas”, le contesté.
“¿Gra…qué?” me contesta mirándome con desconfianza. “¿Qué nombre es ese?
Acá te vas a llamar…”
“De ninguna manera” contesté con bronca, “no me cambio el nombre”
Así entré al país, con un nombre propio que ninguno de los locales podía pronunciar y mi nuevo apellido de casada. Así comenzó mi vida en este lugar tan lejano y tan cercano a la vez. Que parecía conocido y no lo era. En donde toda la gente que caminaba a mi lado en los pasillos de la universidad hablaba distintos idiomas, y mientras algunos me abrían la puerta, otros me la cerraban en la cara.
Un nuevo mundo en el cual la familia cercana estaba muy lejana, a distancia de cartas por vía aérea y llamadas telefónicas una vez por mes.
Primer viaje largo en avión, primera vez en Europa. Y Avi, mi traductor y mi ancla, fue mi único contacto con la nueva realidad. Él nadaba como pez en el agua, yo ni siquiera sabía nadar y no siempre tuve un salvavidas.
Y así me tiré en un mar distinto, desconocido y extraño que es hoy mi casa. El lugar donde nacieron y crecieron mis hijos. El lugar a donde traje mi nombre y mis 19 años de vida.
No es fácil transportar la historia de una familia y de una cultura que desaparece a hijos que nacieron en este país tan dinámico y cambiante. En donde la realidad de la guerra hace uso y abuso de la historia y el presente. Es muy difícil hacerlo y además estar satisfecho. 
Y yo lo estoy, sin haber olvidado las dificultades y los esfuerzos, mirando hacia atrás y hacia adelante aunque aún me digan:
¡Qué nombre tan lindo y tan raro! ¿Por qué no lo cambiás por uno en hebreo?

*El título está tomado de William Shakespeare - Romeo y Julieta
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DAMOCLES
La rutina diaria estaba marcada por un reloj implacable que había que mantener despierto para que no deje de funcionar.
No había tiempo para perder, todo lo que no se haga en este momento se pierde y se mueve a la sala de los irrecuperables. Nadie quería estar en el equipo de los desahuciados,  los que no tenían fuerzas de luchar. Los ganadores no dejan que el cuerpo se acostumbre, hay que impedir a toda costa la inercia. Levantarse, caminar, tragar,  aunque duela, aunque no se pueda.
Estaba tomando sol y se sintió observada, controlada. Se dio vuelta y vio a Damocles, el gato que rondaba por el patio del centro de rehabilitación.
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VOLVER
La mano reboto en su rostro con un ruido sordo y retumbó en las paredes, en sus oídos y en su alma.
Se sintió vergonzosamente herida, veía su propia sangre inundar su cabeza sin dejarla respirar, pensar o responder.
Había perdido la cuenta de todas las veces que había estado en la misma situación,  y tampoco podía recordar la infinidad de planes de venganza que había imaginado.
Toda una vida de sufrimiento de la cual se creía cómplice y herramienta. No podía irse,  estaba enredada en un tejido denso de  mentiras y promesas no cumplidas.
Nadie cumplía las promesas, pero a ella le dolían las suyas propias, las que mojaban con sus lágrimas la almohada y le quemaban la garganta queriendo escapar del encierro obligado.
Alambres de miedo y culpa que no podía cortar la ataban a su martirio.
No estaba preparada para su propia reacción. La tomó tan de sorpresa como a él. La mano que levantó con fuerza estaba impulsada por un sentimiento desconocido, el mismo que la llevó hasta la puerta que cerró a sus espaldas.
Se sintió orgullosamente liberada, pero volvió. Volvió porque detrás de esa puerta quedaron dos rehenes a quienes no quería ni podía dejar atrás. En ese momento se sintió con fuerzas para ser madre.
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¿QUÉ NOS UNE?  SOLO PALABRAS...

Andrea entra a la sala llena de energía, camina, se sienta y se para mientras se refriega las manos y piensa:
-¿A ver, a ver? ¿Por quién empiezo hoy?-

No es fácil recibir críticas, sobre todo en público, pero Andrea sabe criticar diplomáticamente, corrigiendo y sin herir y también sabe elogiar.
Pensé muchas veces en el hilo que nos une a los participantes de los Talleres. Cuando lo único que compartimos es el placer, o la necesidad de escribir y un idioma común (menos Lucía-brasilera que recibe Ad Honorem el título de hispanohablante)  Tenemos tantas diferencias generacionales y de experiencia de vida...

Y llegué a la conclusión de que nos unen las palabras: las que pensamos, las que traemos escritas y las que leemos aquí. No es poco.  Todos tenemos diferentes estilos, no solo en la escritura, y tal como intentamos respetar las reglas de comportamiento social, estamos tratando de aprender a respetar las reglas gramaticales, ortográficas y sintácticas. 
Les deseo a cada uno de ustedes que sean el próximo “Saramago” para que -como él- puedan permitirse todas las licencias literarias y encima ser aplaudidos y premiados por las mismas. 
Mientras tanto, tenemos que seguir puliendo y trabajando.
Hasta la próxima consigna… Un abrazo!


                                                              *********
Por último, les dejo aquí el sencillo pero tan significativo deseo de Rosh Hashaná que Graciela escribió para uno de los concursos que organicé, titulado "Un deseo original".       

       "Sentir, hacer, admirar, necesitar, ayudar, tentar.  Observar, vivir... amar"

9 jun 2016

Arco Iris y Casi en Secreto

Esta semana en el blog, la felicidad literaria viene por partida doble.  El grupo de escritores que se ha formado bajo la caricia del Cervantes en Tel Aviv, alberga un crisol de plumas y culturas difícil de encontrar en otro rincón del mundo.

Empezamos con "Arco Iris", el cuento de Vivian Schul, peruana de origen, doctora y magnífica escritora, que describe con reminiscencia cinematográfica -casi lo podemos ver- una de las muchas paradojas de este país Israel, con sus contradicciones y mandatos, su democracia a rajatabla y el peso-yunque de sus ancestros.  No cualquiera puede escribir un cuento como éste: hace falta habilidad, encanto, mucho conocimiento y una mirada social profunda.  Ya leerán de qué hablo...

Y para comenzar el fin de semana con la música del género de los poetas, el blog se ilumina con el poema de Sabina Duque Aristizábal, oriunda de Colombia y atravesada por el encanto de estas tierras, que leyó entre nosotros "Casi en Secreto", un trabajo que luego atravesó las latitudes y recibió un Premio Internacional.  Bravo, Sabina!

Disfruten ambas lecturas y -como siempre- nos ayudará muchísimo si hacen click al pie, en la palabra Comentarios y nos dejan vuestra opinión que enriquece el blog.

ARCO IRIS
Por Vivian Schul

Ese 25 de Yar del año 5776, Eliezer Bauer -bisnieto del gran rabino Naftali Bauer de Radoshitz- despertó con un fuerte dolor de cabeza. A pesar del malestar, al abrir los ojos murmuró las mismas frases que venía repitiendo cada mañana desde su niñez, agradeciéndole al Todo Poderoso la devolución de su alma. Al divisar la cama vacía y bien tendida de su esposa entendió la causa de su ausencia y el martilleo de sus sienes empeoró. Ambos lechos, de una plaza cada uno, estaban separados por un metro de distancia pues durante los días o semanas de la impureza femenina, sus pieles no debían rozarse. Luego de las abluciones y del rezo matutino, dio un beso en la frente a cada uno de sus cinco hijos, se puso el sombrero negro con reborde de piel y salió.

Eran las siete de la mañana y la avenida Rothschild del centro de Tel Aviv estaba vacía. No por ello ralentizó su caminar ni dejó de mirar el piso. Esa caminata rápida, casi etérea y como dando saltitos era la misma de su padre, quien a su vez la había aprendido del abuelo y aquel del tatarabuelo y les impedía perder el tiempo o desviar la mente en asuntos profanos.
Mientras se dirigía a la casa de estudios de la calle Bograshov, recordaba los razonamientos que había sostenido el día anterior con su alumno a propósito de la página talmúdica diaria. Ese Shlomo Ben Zacharias era un muchacho agudo y apasionado y ambos se habían entusiasmado tanto con la discusión, las sutilezas  de los argumentos y las contradicciones,  que no se habían dado cuenta que  eran las tres de la madrugada cuando abandonaron el aula. ¿Un ladrón que robaba en plena luz del día era menos culpable que aquel que lo hacía resguardado por la oscuridad de la noche? ¿Por qué cuando diez sabios decretaban idéntica sentencia ésta no era válida, mientras que si eran nueve a decidir lo mismo y uno solo lo contrario la decisión era adoptada? Divagaba por los vericuetos de las posibles interpretaciones del texto, cuando recordó que Ben Zacharias, cuando se despedían, había mencionado como al pasar, que ese viernes nadie iría a estudiar. 
Se sorprendió al abrir la puerta de la Yeshiva y descubrir que la sala estaba vacía. Además, la señora Finkel aún no había cumplido con el aseo y los ceniceros estaban llenos de colillas, las sillas en desorden y los vasos de plástico con sarro de café o fondos de té desperdigados sobre las mesas.
Se quitó el sombrero, se puso el chal blanco con rayas celestes y cogió un volumen del Talmud de Babilonia abriéndolo en la misma página del día anterior. Dos horas más tarde, se hallaba tan enfrascado en los comentarios de Rashi que no oyó a la señora Finkel entrar y murmurar:
-Disculpe mi honorable, pensaba que hoy día no vendría nadie y por ello me permití llegar a las nueve. Cuando a las once de la mañana la señora Finkel permaneció de pie inmóvil frente  a su mesa, el estudioso entendió que deseaba hablarle. Como sin duda se trataba de un asunto profano cerró el libro sagrado, no sin antes poner entre las dos páginas la punta de su chal, para indicarle a su interlocutor que solo interrumpía la lectura por unos instantes.
-Respetado Rav, debería empezar a irse- le advirtió la señora Finkel.
El estudioso asintió con la cabeza y volvió a abrir el libro, no sin antes pensar irritado que los tiempos habían cambiado mucho y para mal. “Hace tan solo un siglo, en Radoshitz… ¿qué mujer se hubiese atrevido a interrumpir la lectura de mi abuelo, el sabio Naftali Bauer, con sus cacareos?”
A mediodía decidió volver a casa para ayudar a su esposa e hijos con las preparaciones para el Shabat . Quizás incluso le quedaría tiempo para ir al baño ritual a purificarse antes de la entrada del santo día.
Solo entonces oyó la música, los gritos y la algarabía que a pesar de los vidrios dobles y las persianas cerradas irrumpían en la sala de estudio. Al pisar la vereda de la calle Bograshov se halló sumergido en una ola de gentes que por ambas aceras y en medio de la pista avanzaba en dirección contraria a la suya, descendiendo hacia el mar. Instintivamente, quizás por el recuerdo atávico de los numerosos pogromos sufridos en la lejana Bukovina por sus antepasados, el religioso quiso darse la vuelta para albergarse en la sala de estudios, pero un grupo de vociferantes que blandía banderas multicolores se interpuso entre su persona y la puerta salvadora. Decidió armarse de valor y subir la calle a contracorriente, con la cabeza gacha y el cuerpo encogido, oponiéndose al flujo de la Marcha del Orgullo, ese caluroso mes de Junio del año 2016.  Los seres entre los cuales trataba de escurrirse gritaban, cantaban y saltaban al ritmo de desacordes estridentes y carentes de armonía expulsados por los altoparlantes de las veredas. “Dios, sálvame” pensó y como respuesta, recibió un chorro de agua fría que le hizo levantar la cabeza. Descubrió, colgados de los postes de electricidad y de los balcones, una infinidad de estandartes con los colores del arco iris y sobresaliendo de un techo, localizó la insolente manguera que lo acababa de empapar. Para sorpresa suya, los impíos que lo rodeaban gritaban pidiendo más agua y celebraban con risas estruendosas  las gotas que caían,  torciéndose con muestras bestiales de placer, nada dignas para quien debería representar  la imagen del Creador sobre la tierra.

Por más que subía la calle bajando la cabeza, Eliezer no pudo impedir ver las filas de ombligos que descendían, imberbes y tersos unos, hundidos entre vellos y músculos abdominales otros, o perforados por decadentes aros; no pudo evitar la vista de muslos al descubierto, de pantalones tan cortos y ajustados que más parecían ropa interior de mujer. Todo ello era demasiado para este hombre piadoso que apenas pudo estirar un brazo se sacó el sombrero para ponérselo frente a la cara. Mientras se sacaba el tocado en medio al caos y al apretujo, un codo descuidado se lo arrancó y lo hizo rodar entre los pies de la multitud haciéndolo llegar media cuadra más abajo. Era un sombrero caro, confeccionado por hábiles artesanos e importado de Inglaterra. Eliezer, con sus modestos recursos, no podía permitirse adquirir uno nuevo, de modo que se volteó para ir cuesta abajo en su búsqueda. Lo que antes fueran vientres se transformó en espaldas.  Hombros fornidos de animal primitivo, músculos deltoides hipertrofiados, cinturas finas. Una visión le cortó a Eliezer la respiración. Frente a él un par de nalgas recias y varoniles se balanceaban mientras que una cinta violeta se hundía dentro de la quebrada transformando esas dos naturales protuberancias en satánica insinuación.
Eliezer Bauer llegó a casa tarde y temblando.  Sin saludar a nadie, se refugió dentro de su habitación. Deseaba estar a solas para intentar reponerse con la ayuda de la oración. Al descubrir que las dos camas matrimoniales estaban unidas y cubiertas con la misma sábana y frazada, entendió que el período impuro de su esposa había concluido y que esa mañana ella, luego de revisar tres veces que el paño de su entrepierna no mostraba ningún trazo de sangre, se había sumergido entera en las aguas del baño ritual. La visión de los lechos unidos solo aumentó su desasosiego. Tampoco se calmó al ver sobre el comedor el mantel blanco inmaculado del Shabat, ni al presenciar la serenidad y delicadeza con la cual su hija mayor disponía sobre la mesa la porcelana con ribete dorado que usaban los viernes para servir las carnes. Tan alterado estaba que casi olvidó cumplir con las tareas de preparación del sábado que le incumbían solo a él, como inmovilizar el botón del foco del refrigerador para que al abrirlo no se encendiese y apagase la luz, o cambiar el jabón sólido de los lavatorios por una botella de jabón líquido. Si el Todo Poderoso, bendito sea su nombre,  había descansado el séptimo día, el hombre no podía permitirse modificar con sus manos las características de la Creación cambiando la forma de un sólido o generando y extinguiendo una chispa.
Su inquietud, halló un asomo de descanso cuando empezó a discurrir sobre la justeza del uso del jabón líquido. Según los jasídicos de Lvov, el mismo sabio allá en Ucrania  les permitía a los niños durante los sábados trazar líneas sobre un vidrio empañado en vapor, pues ese dibujo, (así como la deformación de una barra de jabón, pensó Eliezer) era pasajero, no se imprimía de modo definitivo en la creación y por lo tanto no interrumpía la armonía del universo en el séptimo día.
La agitación lo volvió a invadir en la sinagoga, al entonar la canción de bienvenida al sábado, descrita en ese texto como la novia que llega para reunirse con su amado. Sin poder evitarlo Eliezer volvió a ver todas esas carnes expuestas al aire libre y sintió un escalofrío.
Esa noche, luego de la cena, a pesar de la pureza de su esposa y de la santidad del día, no logró honrar el sagrado mandamiento que El Primero en Hablar, bendito sea su nombre, había ordenado en sus libros. Le dio a su esposa la espalda y tardó en quedarse dormido. Su sueño fue agitado, lleno de visiones y situaciones absurdas. Se vio a él mismo rodeado por los alumnos de la Yeshiva saltando y cantando al ritmo de tonadas jasídicas, hasta que con una mano se desabotonó la camisa y con la otra descolgó de una de las terrazas una bandera multicolor para blandirla al viento. Lo peor de ese sueño era que se sentía feliz, realizado, en paz consigo mismo. Estaba invadido por un tipo de felicidad que solo había sentido durante esas noches cuando en la sala de estudios, le parecía hundirse a través de las letras sagradas en los secretos de la creación y hasta fusionar con el Altísimo.
Despertó cubierto de sudor y descubrió a su esposa al lado suyo. Esta lo miraba  con una sonrisa a la vez suplicante y comprensiva, deseosa pero también discreta y púdica. La dulzura de sus labios embellecía aun más sus delicados rasgos. A pesar de ello Eliezer no pudo evitar suspirar a la vez que pensó "La vida no es como uno quiere". Inmediatamente sintió un profundo remordimiento y le pidió perdón a Dios.
En ese instante, la visión fugaz de un hilo violeta  cruzó su mente  y le permitió cumplir con el mandamiento bíblico de Pru ve Urvu, “Creced y multiplicaos”.

Mientras abrazaba a su mujer, Eliezer se sintió invadido por una profunda ternura y el siguiente pensamiento le llegó como un consuelo: “Ella es la mujer que amo. A su lado deseo envejecer y seguir alabando a Nuestro Señor”.


CASI EN SECRETO
por Sabina Duque Aristizábal
Poema ganador: Primera Mención Internacional - Israel.
XIX Certamen Internacional de Poesía y Cuento - Buenos Aires Argentina Año 2016.   Bajo el seudónimo: Madrigal.
Dedico esta Mención al Gran Hacedor. A mis seres amados, a mi Colombia que me vio nacer y a Israel por enjugar mis lágrimas mientras paría el poema. Gracias, Grupo de Escritores Argentinos.

Sin licencia
Sin planos
Sin plomada
Intento construir una ciudad con alas.
El temporal destruyó las primeras cabañas
Sobrevivieron algunos muros
Pocos edificios han conocido la pátina del tiempo

Todo lo que tengo es un montón de ladrillos
Unos
herencia de mis maestros
Otros
cargados cuesta arriba casi en secreto

Cosa inútil y sin paga
Refunfuñan quienes me ven sacar la carretilla
llena de escombros

Si una de mis casas detiene su vuelo para mirar tus ojos
Entra
Inspecciona la nevera
Disfruta la chimenea y la hamaca
Ora de rodillas
Ríe a carcajadas
O llora desnudo si lo prefieres

Si no te interesa porque los pasillos son húmedos y fríos
y rondan en la noche los fantasmas
Porque hay demasiada melancolía
Demasiado calor
Demasiada nada
Deja una nota bajo la puerta para saber que estuviste allí.
  

5 jun 2016

Reinventarse

Esta semana, comparto con ustedes una de las historias de María Jesús Saiz Parga.  "Chus", como la llamamos afectuosamente, indaga a través de sus relatos el alma femenina, sus amores, dolores y quiebres, sus deseos y reflexiones internas más profundas.  Los dejo con su cuento "Reinventarse", con su delicioso personaje Angustias y los avatares que la impulsan a evolucionar... que lo disfruten! Y como siempre, será un gran aporte si hacen click al pie, en la palabra Comentarios y nos dejan vuestra opinión.


REINVENTARSE
por Chus Saiz

Angustias salió del refugio desorientada… ¿cuánto tiempo estuvo encerrada? Su último recuerdo fue cuando tomó el tranquilizante que le dieron al entrar, para calmar la histeria colectiva por el huracán que se acercaba.  
La tormenta era la peor de los últimos años y en los pueblos de la costa  ya había sembrando a su paso el caos y la desesperación: tejados que habían volado, cristales rotos, huertos arrasados, autos volteados y animales perdidos o ahogados.  En Vallermoso, el ciclón entró con furia y arrasó sin piedad un paisaje antes protegido por las montañas que ahora servían de tumba al pueblo enterrado bajo el lodo.  Sólo Angustias y unos pocos vecinos habían sobrevivido a la tragedia.

¡Cuántas veces había querido perder de vista ese lugar! Sentía que se hundía en aquella garganta natural de difícil acceso, sin embargo ahora, la idea de no volver a verlo, de no corretear por sus calles empedradas, de no refugiarse de la lluvia  y el sol en los soportales de la calle mayor  se le hacía intolerable.

Con los ojos llenos de lágrimas, trató de imaginar sobre la lengua de fango, el lugar donde ayer se levantaba su casa.  Se acercó con la esperanza de que algo hubiera resistido al derrumbe de la ladera. Caminó hacia una solitaria viga de madera clavada en vertical que parecía pedir a gritos un madero  para señalar con una cruz la tumba de todo un pueblo.  Vallermoso había desaparecido bajo un mar de fango que no dejó rastro de la iglesia, ni de las casas del barrio alto, ni del caserón  familiar.
Una cabeza de muñeca, la cara hundida en el barro, le recordó con un escalofrío que atravesó su desánimo los gritos infantiles que no volvería a escuchar.

Lo había perdido todo y se encontró pensando, de haber tenido opción… ¿qué hubiera salvado?  Lo primero que le vino a la cabeza fueron las joyas de la familia, esas que llevaban años escondidas dentro de unas botas de invierno al fondo del armario. Nunca se las puso por ser demasiado ostentosas, pero tampoco las vendió o fundió por miedo a traicionar la costumbre familiar de su traspaso generacional. Después pensó en el jersey de cachemir azul cielo que tan bien combinaba con el color de sus ojos y que aún no había estrenado. Por último, le llegó la imagen del cuadro que heredó de sus abuelos.  Era un antiguo grabado de una ciudad del norte de España con una bonita catedral gótica rodeada de casas de aspecto burgués. La ciudad de donde vinieron sus abuelos, huyendo de una guerra entre hermanos que asoló ese país. Ellos supieron reaccionar, sobrevivir, reinventarse y cargando con tres hijos, las joyas y el cuadro, comenzaron una nueva vida en el lejano Caribe, rodeados por una naturaleza exuberante que nada les recordaba a su estepa castellana. Allí murieron y fueron enterrados, dejando a sus descendientes como legado una casona de piedra con patio central en la entrada y una explotación agrícola de cacao y café en pleno rendimiento, con la condición que sus tumbas estuvieran siempre limpias y con flores frescas. Esa herencia, si bien facilitó la vida a sus padres, a Angustias le pareció una condena, un lastre que la retenía a ese pueblo encerrado entre cumbres.
A medida que las lágrimas se secaban, su visión se aclaraba. Con la certeza de que ya no quedaba nada de su pasado, una sensación extraña la invadió y respiró profundamente. El pecho se le llenó de aire puro y al expulsarlo, sintió que exhalaba la frustración de los sueños no realizados y la impotencia por las ataduras de aquel sitio y sus muertos.  Se sintió libre, renacida.

Ya nada quedaba de la Angustias de Vallermoso.  Al igual que sus abuelos –pensó- tendría que reinventarse en alguna parte y el recuerdo del antiguo grabado que ellos le habían legado, le sugirió el lugar.  
 Y de pronto, como quien descubre por primera vez algo que estuvo frente a sí toda la vida, desvió los ojos del lodo… y recordó que su segundo nombre era Esperanza.

24 may 2016

Caída del Cielo

Esta semana tengo el agrado de presentar un cuento corto de Nelson Guilboa, escrito a raíz de la consigna "una prenda de vestir que dispara la trama y la evolución de los personajes".
Frescura, imaginación, humor e ironía son los ingredientes que Nelson utiliza para condimentar su relato... ¡que lo disfruten!  Y -como siempre- seremos felices que nos dejen vuestra opinión haciendo click al pie, en "comentarios".  

CAÍDA DEL CIELO
por Nelson Gilboa

Dejar caer el pañuelo para provocar a un candidato, era un truco utilizado con frecuencia por nuestras abuelas y sería cursi usarlo hoy. En cambio, dejar caer las bragas desde un balcón de hotel… ya es más sugestivo, osado, actual y ningún varón que se tiene por tal, podrá hacerse el desentendido.

La prenda de color rosado le cayó a Emanuel en la entrepierna, cuando estaba recostado en una reposera fumando un cigarro, a punto de beber un trago, evaluando mentalmente los resultados de tres días de negociaciones intensas pero fructíferas en el micro-mundo de la Bolsa de Diamantes israelí.
La sopesó entre  sus manos como si fuera una joya. Llegó a la conclusión que la propietaria sería de un talle medio. Miró hacia arriba lanzando una bocanada de humo, saboreando el diamante a tallar que la providencia le obsequiaba… y se encontró con una cabellera rubia que le sonreía tímidamente.
-Disculpe usted, se me cayó…
-¿Si prefiere se la alcanzo?- sugirió comprensivo.
-Si… si fuera usted  tan amable se lo agradezco, estoy en la habitación 406-.

Emanuel se incorporó de un salto, como un felino. Con tres zancadas entró a su habitación y  ahora fuera del alcance de la vista de la joven, tomó la prenda rosada “caída del cielo”  y se cubrió con ella la cara, la  olfateó como un sabueso, buscando información fidedigna. Las feromonas lo embriagaron y no pudo reprimir un aullido de lobo en celo. 
Salió  con la misma  rapidez de un escolar cuando sale al recreo. Optó por  las escaleras, descartó el ascensor por temor a un atasco repentino, aunque en un Hilton eso era poco probable.
Salteaba escalones de dos en dos, aunque  acababa de cumplir cincuenta pirulos y el corazón que latía con fuerza le pedía prudencia y sosiego. En un espejo del pasillo se acomodó el cabello… los pocos que aún se aferraban con ahínco a sus raíces, merecedores de todos sus elogios.

Decidió hacerse desear y aguantó “heroico” dos minutos sin golpear a la puerta, que se le hicieron infinitamente largos... eternos.
-Hola, soy Virginia -se presentó la joven asomando solo la cabellera rubia, insinuando que aún no estaba presentable. Estiro la mano para recibir la prenda que Emanuel le alcanzaba y al esforzarse dejó un pecho  al descubierto, que apresuró a esconder, pero Emanuel ya había hecho varias fotocopias en su retina. Ella se sonrojó y agregó, tímida: espere que termino de vestirme y lo puedo atender. El asintió, convencido que estaría allí esperándola aunque le llevara toda la vida. Pasó un cuarto de hora hasta que se abrió la puerta nuevamente y los labios rojos -ahora seductores- preguntaron:
-¿Me acompaña a cenar?  Pensaba bajar al comedor-.

El sugirió primero un trago. Tomaron un whisky y otro, con la ayuda del alcohol ella no demoró en caer en sus redes y lo invitó a “subir” optando después por el Room Service.
Más tarde, él echó en falta los cigarros pero ella comenzó a besarle la entrepierna… y desistió de ir en su busca.
Cerca del mediodía despertó, estaba solo en la cama del room 406, Virginia había desaparecido. Regresó despacio a su habitación, como volviendo de un sueño.

El cofre de seguridad estaba abierto y los diamantes habían desaparecido.  Ocupaba su lugar la “joya caída del cielo” que para colmo era demasiado pequeña para su esposa.  Al menos –reflexionó Emanuel con más resignación que bronca- le encantará escuchar que durante toda una noche… la pasé sin fumar.

17 may 2016

Revolución

Con verdadera felicidad presento en esta ocasión en el blog, uno de los tantos relatos sabrosos de Joaquín López Toscano.  Este profesor de español con frondosa imaginación, destellos de humor, ironía y un envidiable dominio de la lengua, logra delinear personajes con maestría (noten la acertada elección de los nombres) y desarrolla tramas ágiles, que no decaen ni por un segundo.
Los dejo con "Revolución"... ¡que lo disfruten! Apreciaremos que hagan "click" al pie, en Comentarios y nos dejen vuestra opinión.

REVOLUCIÓN  
Por Joaquín López-Toscano

Genaro de Cilintrio yacía en el vestíbulo de su mansión con una daga uraloaltaica hundida entre las paletillas. La daga era suya, pues además de empresas en bancarrota coleccionaba armas. Las adquiría en mercados remotos, calculaba su valor real (e incluso el que podrían llegar a alcanzar) pagaba dos pesetas, las limpiaba, remozaba y las sacaba a Bolsa como nuevas o, en el caso de las armas, les sacaba brillo día a día. Su panoplia lucía alrededor del vestíbulo, precisamente. 

Sus invitados, congregados en la escalera, no daban crédito. Estaban jugando al asesino: una persona es elegida como criminal sin que los demás jugadores lo sepan. Se separan todos y el criminal elige el momento para hacer sonar un gong, el cual simboliza la realización del acto criminal. Entonces todos se reúnen otra vez y celebran un juicio. Echan a suertes quién será el fiscal y por medio de múltiples interrogatorios han de descubrir al "asesino." Puede ser un timbre, una bocina o cualquier cacharro, pero Genaro, anfitrión donde los haya (o haya habido) realizó una llamada al Consulado de China e hizo traer un gong dorado para ese fin de semana.

Primero llegó la policía, que les prohibió abandonar la propiedad, luego el forense, que dictaminó muerte por una única incisión con arma blanca, inter-omoplática, inclinada diestramente para evitar la espina dorsal y traspasar los tejidos hasta llegar al corazón. Finalmente llegó el Inspector, que se parecía a esos Cristos con barba de las iglesias románicas, con ojos almendrados y mucha serenidad. 

Dispuso los interrogatorios en la biblioteca. Preguntaba con voz profunda y amable y no se escuchaba el rasgueo de su escritura en el papel cuando tomaba notas, tan discreto era.
Al tercer encuestado, el Inspector empezó a verse como Poirot en el Orient Express. Tenía la sensación de que era uno de esos casos en que todos los sospechosos habían matado a la víctima. Científicamente, esto no era posible, pues como le había corroborado el pequeño forense, la incisión era única, experta y directa al corazón.

La Sra. de Vélez-Diapasón había estado años liada con el anfitrión Genaro de Cilintrio y tras implorarle que no le contara nada a su marido, le confesó al Inspector que no le importaría haber matado a Genaro, ya que le dejó plantada por la primera fresca que pasaba por allí.
La fresca en cuestión era Guillermina de Bobantes, a quien según sus palabras tampoco le habría importado asestarle la puñalada entre las paletillas a semejante animal.
- "Un maltratador absoluto, Sr. Inspector"  

El Sr. Vélez- Diapasón sabía perfectamente lo de su esposa pero había hecho la vista gorda pues no era amante de escándalos ni partidario del divorcio.
-"Pero, créame, Inspector, no puedo decir que su muerte me haya afectado lo más mínimo...¿Cómo se puede ser tan hipócrita, años engañándome con mi esposa y ser capaz de tratarme como el amigo de siempre, como si nada?"
Al Inspector le pareció este un punto de vista especialmente interesante y lo subrayó.
A Vélez-Diapasón, le siguió María Adela Siles, antigua socia de Cilintrio. Tampoco le habría importado figurar como autora del crimen:
- "...hizo que la Junta me mandara a una clínica de rehabilitación y entonces aprovechó para malvender mi parte... Sí, fui tonta. Bajo los efectos de las drogas, firmé, cómo iba a pensar que..."
- "A usted le tocó ser la asesina en el juego ¿no es cierto?
- Sí, ojalá pudiera habérsela clavado en el pecho, pero mi pulso falla, ya sabe...  bebida..."- dijo esto sonriendo débilmente.
El Inspector anotó: desamparo, y llamó al siguiente sospechoso.

Ramiro de Cilintrio y Coriandro entró con su gemela, Camila. Manifestaron ser inseparables y el Inspector no tenía ganas de discutir. Ramiro reconoció, con toda la coherencia del mundo, que él era el principal sospechoso, pues heredaría una inmensa fortuna de su tío esa misma semana. Su hermana se declaró algo menos sospechosa con toda la razón, pues solo le correspondía el 25% de los bienes:
- "Era tan machista, el viejo..."
Al Inspector le agradó encontrar honestidad y sensatez en la juventud de aquellos hermanos y no pudo más que felicitarles por su nueva situación.

Quedaban Ludovico Fissoni, cantante, que resultó odiar a Genaro por su homofobia y tal vez también por poseer una colección de marfiles mejor que la suya; el Marqués de Jacutoria ("llegó a hacerme chantaje con aquella transacción ¿sabe?") y la Marquesa de Jaculatoria cuyo odio hacia Genaro se debía a la ruina a la que había llevado a su marido, a su familia, a su apellido (ella era la portadora del título). El Inspector dedujo que debía referirse a lo del chantaje.
"Toqueteaba a mi hija cuando le daba la gana",  "Después de tantos años ni siquiera recordaba nuestros nombres" o "tuvo a la pinche y al jardinero sin contrato casi tres años" fueron algunos de los comentarios del servicio.

Cansado, el Inspector cerró la libreta y llamó al forense a su presencia:
- "Suicidio o accidente. Decida usted."
- "Pero, Sr. Inspector, la daga estaba clavada entre las paletillas..."
Le dio a leer las notas del interrogatorio al forense. Este entendió. Además, el Inspector podía resultar muy convincente:
- "Usted sabe como yo que la gente como Cilintrio todo lo puede. Incluso clavarse un puñal de su colección entre las paletillas con sus propias manos"- dijo alzando las cejas.
El Inspector le hablaba con la mano derecha levantada, como desde una mandorla. El forense lo miraba pensativo.
- "Todo lo puede"- repitió el Inspector.
El forense asintió lentamente y a la mañana siguiente, publicaron el siguiente titular:
"Se suicida Genaro de Cilintrio"

El grupo de amigos invitados a la mansión se separó como los espías de las películas: una vez realizada la misión no habrían de volver a verse jamás, excepto los gemelos afortunados.
Y el Inspector regresó a casa satisfecho, en un manto de ecuanimidad.