23 dic 2013

Tip 30: "Ir adivinando historias"

-En esta época del año preferiría estar en Argentina o en cualquier otro país del mundo... no en Israel- confesó Violeta como al pasar mientras daba una pincelada final a mi uña del meñique izquierdo y la observaba como a una obra de Miguel Angel.  Acá las fiestas pasan sin pena ni gloria... -se quejó- ¿no extrañás ver un arbolito de Navidad  en cada comercio o encontrarte a Papa Noel en el shopping?

-¡No!- exclamé. Si hay algo que NO extraño es eso.  La gente comprando desaforadamente, algunos saliendo del súper abarrotados de comida y otros harapientos en las calles, sin conseguir siquiera un pollo para la Nochebuena.

-Vos siempre buscándole el lado oscuro a las cosas.  No hay fiesta mas luminosa y divertida que Navidad ¡Cómo me hubiera gustado armar un arbolito en casa! Cuando era chica odiaba ser judía por esa razón, por quedar al margen de ese festejo increíble y cálido en todos los hogares.

-No en TODOS los hogares.  Quién está solo, está mas solo que nunca en Navidad.  Es una época del año difícil, final, de evaluación, extrema.  Llena de historias para contar.  Eso SI extraño: caminar por las calles y poder casi palpar las historias...  

Violeta me miró con ojos de niña. Su mirada reflejaba como un espejo el sentir de su corazón.  Ese par de ojos verdes que en general albergaban la sabiduría de cien abuelas, ahora eran dos cuencos infantiles llenos de ilusión y expectativa.

-¿Sabés alguna? -me preguntó mientras me ponía en las uñas un lìquido diseñado para secar velozmente el esmalte.
Una clienta que esperaba su turno hojeando una revista, la dejó discretamente:  pude leer en su cuerpo -y en el de Violeta- una absoluta predisposición a la escucha.  Mi mente se convirtió en un catálogo apresurado que sopesaba qué contar, en base al tiempo limitado y al  tipo de interlocutoras presentes.

"Esto sucedió un 31 de diciembre -anuncié finalmente -.  Aquél 31 de diciembre lluvioso y triste que usted recuerda, hace cinco años, el día de su enojo"
Y durante los quince minutos siguientes convertí con habilidad de maga la manicuría de Violeta en el colectivo misterioso que recorre Buenos Aires durante una noche lúgubre de fin de año, en el cuento "El Pasajero" de Manuel Mujica Lainez 

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A ver Autores... quién se anima a hacer "click" en comentarios y crear -para Violeta y para el blog- un breve relato de Año Nuevo que comience igual que aquél:  "Esto sucedió un 31 de diciembre..."

20 dic 2013

Tip 29: En la piel de otro

Semana de frío intenso en Israel.  Estacioné el auto justo frente a la manicuría de Violeta sin intención de entrar, sólo porque la vi tiritando en la puerta, muy abrigada y fumando un cigarrillo en el umbral. Me miró con ojos que invitan a conversar y me saludó efusivamente, algo poco habitual en su modo parco que esconde un corazón de oro.

Entonces -como tantas otras veces- entré a hacerme las manos más por el placer de regalarme esos treinta minutos de cafecito y charla "bien de mujeres" que surgía espontáneamente en el ámbito de la manicuría de Violeta. 

Creo que no hay espacio más femenino en el mundo aquél:  si un hombre pasa allí, escondido, una tarde entera, puede llegar a escuchar desde las preocupaciones mas triviales hasta los secretos más recónditos del alma de una mujer. 

-Sos la primera clienta del día y ya son las cinco de la tarde... -comentó Violeta.  Y luego explicó, con tono de resignación ante lo irremediable:  -Nadie va a la playa, nadie va en ojotas, nadie en sandalias o con falda... todas con pantalones y botas... ¿quién va a depilarse las piernas o hacerse las uñas de los pies?
La conversación pasó de la frecuencia depilatoria a recetas de chocolate caliente para los chicos en esos días de invierno.  Después hablamos de un color de tintura para el pelo muy difícil de conseguir, del curso de tejido que haremos algún día a pesar de esta época de bufandas de oferta y por supuesto, comentamos la nueva historia de amor y el último desengaño que aconteció esa semana en el barrio.

Los treinta minutos pasaron volando y el frío también, amansado por el vertiginoso avatar de la charla tan trivial... pero "fundamental".

Salí de allí con las manos y el corazón mas halagados.  Y -como siempre- no pude evitar relacionar lo sucedido con la literatura.  Me pregunté:

¿Cómo hace un escritor hombre para meterse en el alma de un personaje femenino y hacerlo hablar, sentir, doler, amar, rabiar... como lo hace una mujer?  Cómo escribir sobre ellas sin conocer el desgarro de la primera menstruación, la grieta del pezón al amamantar, o la vital importancia de haber conseguido el vestido adecuado para una fiesta? 
Y viceversa... ¿cómo puede infiltrarse una escritora mujer y desatar el nudo del alma masculina de su personaje? 

Angeles Msstretta e Isabel Allende eligieron escribir -en general- historias de mujeres y pincelaron nuestros mundos mas íntimos con maravillosa habilidad.  Pero el escritor brasileño Jorge Amado... ¡también!  ¿Cómo se adentró y desfloró con tanta certeza el espíritu y el sentir de sus emblemáticas "Doña Flor", "Gabriela clavo y canela" y la entrañable "Teresa Batista, cansada de guerra"?

A ver autores... qué opinan?  ¿Lo han intentado? ¿Cómo se logra? ¿Quién aporta al blog otros ejemplos de la literatura universal o propios?

1 dic 2013

Tip 28: Una escritura auténtica

-Violeta...  ¿qué fue lo peor que te pasó en la vida? -pregunté aprovechando que ese día la manicuría estaba desierta y podríamos conversar a solas.

Mi manicura reflexionó unos instantes antes de responder, haciendo de cuenta que evaluaba con qué color de esmalte me iba a pintar y al final, levantó la vista de mis uñas y habló con su tono de consejera que ya está de vuelta de todo en la vida:

-Yo tengo una estrategia... ¿sabés?  Las situaciones desagradables por las que pasé -que no son pocas- trato de olvidarlas. No ando revolviéndolas y masticándolas una y otra vez como te piden los psicólogos...  Yo las entierro en un cajoncito bien lejano de mi propia historia, lo cierro con candado y trato de no abrirlo mas.  Y me aferro sólo a los momentos felices que viví -que tampoco son pocos-.   A esos los recreo en mi memoria una y otra vez  y así vivo tranquila, casi siempre feliz.
No quiero pensar  "en lo peor que me pasó en la vida" ¿entendés?

Su argumento era casi irrefutable, desde la lógica y el punto de vista de una persona que NO ESCRIBE.

El novelista y guionista turco Orhan Pamuk -premio Nobel de Literatura 2006- nos regala esta increíble reflexión al respecto:

"Ser escritor, significa detenerse en las heridas ocultas que llevamos en nuestro interior, de cuya existencia -como mucho- tenemos una ligera idea, descubrirlas y conocerlas pacientemente, sacarlas bien a la luz y convertir esas heridas y sufrimientos en una parte de nuestra escritura y nuestra personalidad que abrazamos concientemente.   

Escribir, es hablar de cosas que todo el mundo sabe, pero que no sabe que sabe.  Explorar este conocimiento, desarrollarlo y compartirlo, le proporciona al lector el placer de viajar maravillado por un mundo que conoce bien.  

Además ese autor, que trata de desarrollar sus aptitudes y crear un mundo encerrado en una habitación durante años, está demostrando -lo sepa o no- una profunda confianza en el ser humano, cuando parte de sus propias heridas ocultas.  Yo siempre he tenido esa confianza que te hace sentir que todos los seres humanos se parecen, que los demás tienen heridas parecidas y que por eso te comprenderán.  Toda la verdadera literatura se basa en esa confianza infantil y optimista de que la gente se parece".

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Me incorporé a desgano del cómodo entorno que Violeta recreó con buen gusto y delicados toques de femineidad:  pétalos de rosa diseminados entre los esmaltes, sahumerio, música de fondo.  Y antes de atravesar el umbral del local rumbo a mi casa vecina, repliqué:

-Yo no esquivo nada de lo malo que me pasó, al contrario, lo aprovecho.  No puedo cambiarlo, me dolió como espinas en su momento. Y ahora que el tiempo pasó, vuelvo a ese hecho, me asiento en él, lo revivo, lo recorto, lo adorno y al final... lo transformo en un cuento.