27 may 2013

Tip 4: Cómo mantener la atención del lector

Violeta dominaba el arte de la narración oral intuitivamente, sin proponérselo y casi sin desearlo.

A los pocos minutos de entrar a su  local de manicuría y pedicuría, disparaba su tradicional "no sabés lo que me pasó" y entonces, cualquier compromiso urgente dejaba de serlo y la vida se tornaba color de cuento.  Hoy, después de conocerla más de cuatro años, estoy convencida que gran parte de su clientela concurre más por su pericia de narradora que por su habilidad para que salgas de allí con cada rincón del cuerpo acicalado como para ir de bodas.

La frase "no sabés lo que me pasó" es una llave mágica que genera en el interlocutor curiosidad, intriga y una cierta complicidad e involucramiento (me lo va a contar a mí y no a otro, necesita saber mi opinión).
Además "si algo pasó" significa que "algo  cambió" en la rutina del que cuenta, delata que hubo un conflicto y de inmediato desearemos saber si se resolvió o no.

Emulando a Violeta, será muy conveniente introducir en cada historia que contamos en forma oral o escrita frases llave.  Aunque dominemos a la perfección el arte de la descripción, no podremos mantener por mucho tiempo la atención del lector o interlocutor, si no generamos la expectativa de que algo, muy pronto, va a suceder.

Ejemplo: venimos describiendo en un cuento, características de la rutina de vida de algún personaje. De  pronto escribimos:  "Pero una noche helada de ese invierno que no olvidaría jamás, algo cambió" 

A ver autor...

¿Tienes algún ejemplo propio o de algún extracto de la literatura universal (citando la fuente)?
Gracias por tu aporte al blog y hasta el próximo secreto de autor...

24 may 2013

Tip 3: ¿Cómo se te ocurrió?

Violeta terminó de pintarme la uña del dedo meñique de la mano izquierda en silencio absoluto, mientras yo me mordía los labios aguantando las ganas de preguntarle qué le pareció mi obra.

Me costó cuatro años convencerla de que venga al teatro con Marcos -su estoico compañero del corazón- y ella siempre poniendo excusas o alegando que ambos estaban  cansados porque "trabajaban en serio", en clara alusión a que mi dudoso oficio de escritora era más un pasatiempo que un sustento de verdad.
El milagro sucedió ayer,  cuando pasé por la puerta de la manicuría camino a mi departamento  y me detuve revolviendo por cuarta vez  la cartera para encontrar las llaves de casa.  Violeta entonces, como quien no quiere la cosa, le comentó a una clienta que estaba esperando su turno para depilarse:

-Esta noche voy a ver una obra de "ésta" en el Teatro.
-¿Qué?  ¿Es actriz? -alcanzó a preguntar su interlocutora mirándome con desconfianza.
-¡Pero qué notición, por fin!  -me apuré  a intervenir-  Ya mismo te reservo dos entradas.  Y mañana me contás qué te pareció.
-Que no sean en la primera fila porque seguro que nos quedamos dormidos- sentenció lapidaria.

Subí por las escaleras, pensando cuán importante era para mí el veredicto de una señora como Violeta, que sabía de la vida más que unos cuantos escritores juntos pero era típico público de telenovela, en general indiferente a los avatares de teatro.

Antes de empezar a pintarme el pulgar de la mano derecha,  tomó el teléfono con lentitud y marcó un número despacio.  Pensé que Violeta  era una maestra del suspenso... ¿a quién estaba llamando mientras me ocultaba sádicamente su apreciación?

-Tomá,  hablá con Marcos...  desde ayer quiere preguntarte algo.

Su pedido me sorprendió.  A esta altura,  después de cruzarme casi cada semana con el esposo de Violeta y recibir un hosco cabezazo a modo de saludo, había empezado a sospechar que era mudo.
Pero una voz ronca y arrabalera a través del tubo, me indicó enseguida lo contrario:
-Decime, che... ¿cómo se te ocurrió?

¡La felicidad me hizo cosquillas!  Cuando el público o la prensa me hacía esa pregunta al finalizar la obra,  significaba que habían sido impactados por su originalidad y que el final los sorprendió como una estocada.
Y como percibí real curiosidad en el tono pesado de Marcos, le expliqué que UNA IDEA, puede aparecer a partir de una frase, un comentario, una foto, una noticia en el diario, un aniversario, un reencuentro, una inquietud, unas ganas de gritar algo que nos enfurece, una canción, una presencia o una ausencia, una injusticia, en fin, algo o alguien dispara de repente un mecanismo que genera la necesidad de contar una historia.

Del otro lado del teléfono se hizo un silencio.  Esperé.  Y de pronto la voz, como un hachazo:

-No me dijiste cómo se te ocurrió.

-Tenés razón, disculpá.
El disparador de "Tres Hombres de Bien", fue una carta de lectores en un diario sudamericano, redactada por un humilde agricultor.  El hombre escribió que su hijo venía por la ruta en bicicleta a las siete de la mañana para ayudarlo en tareas del campo, cuando un auto conducido por borrachos que volvían de una fiesta, lo atropelló y mató.
"Sé que el homicida nunca será castigado -denunciaba vencido en la devastadora misiva: los del auto son parientes del gobernador".

Marcos agradeció y cortó.  Le devolví el teléfono a Violeta  y  solo entonces, me dio el gusto:
-Historia difícil, che.  No nos quedamos dormidos ni un minuto y yo, al final...  lloré como en una telenovela.

A  ver,  autores...  ¿Quien cuenta algún disparador que lo impulsó a escribir un cuento o una historia?

22 may 2013

Tip 2: ¿Todo se puede contar?

Con esta pregunta, suele comenzar la primera clase de mis Talleres Literarios.
Me la formularon cientos de veces y yo disfruto -a mi vez- preguntándola:
¿Todo se puede contar? ¿Qué opinan ustedes?

Violeta, una vecina de mi barrio en Tel Aviv que llegó hace 30 años a  Israel y abrió un localcito donde trabaja como manicura y pedicura, reaccionó por primera vez sin su habitual tono cargado de escepticismo.
-¡Por supuesto!- dijo sin levantar la vista de una uña que me pintaba prolijamente de color fucsia-  ¡Si acá me cuentan de todo, incluso algunas clientas que ni me conocen!  Venite una semanita al boliche, quedate sentada escuchando pero hacé de cuenta que leés uno esos libros que siempre traés y vas a ver cuántas historias te llevás... -recomendó-.

Le expliqué que al abrigo de una "oreja" adecuada, unos mates, un café, cerveza o una copa de buen vino, estamos acostumbrados, determinados a contar lo que nos pasa a nosotros o a los demás. Nos alivia, nos descarga, nos hace feliz.
¿Qué sería de nuestra especie sin el ejercicio de la conversación, de la charla por teléfono, del fluído espontáneo de vocablos que surge cuando nos encontramos con alguien en la esquina, en el living de casa o en un bar?

-Violeta... "la conversación" es un ejercicio que practicamos desde que tenemos un año de vida!    Lo que pregunto en mis talleres es si todo se puede contar por escrito.

Esta vez, levantó la mirada de la uña que me pintaba y me estudió con la desconfianza y el
casi imperceptible dejo de desprecio con el que nos mira la gente práctica cuando decimos que somos "escritores".  Pronto les contaré qué me contestó Violeta, pero ahora, tal como lo prometí en la entrada anterior, vamos a ver que opinaron al respecto Jorge Semprún y Jorge Luis Borges.

Borges  considera  que el lenguaje es pobre.   Y explica, a la vez que se pregunta:
"El mundo aparencial es complicadísimo y el idioma solo ha efectuado una parte muy chica de las combinaciones infatigables que podrían llevarse a cabo con él  ¿Por qué no crear una palabra, una sola, para describir el ruinoso y amenazador ademán que muestran en la madrugada las calles?
¿Y otra, para la buena voluntad -conmovedora de puro ineficaz- del primer farol en el atardecer aún claro?"

En cambio el escritor español Jorge Semprún indica en su obra "La escritura o la vida" que el lenguaje lo contiene todo.  Y describe, con extrema delicadeza y pericia:

"Se puede expresar el amor mas insensato, la mas terrible crueldad.  Se puede nombrar el mal, su sabor de adormidera, sus dichas deletéreas.  Se puede expresar a Dios, lo que no es poco.  Se puede expresar la rosa y el rocío, el lapso de la mañana.  Se puede expresar la ternura, el océano tutelar de la bondad.  Se puede expresar el porvenir, los poetas se aventuran en él con los ojos cerrados y el labio fértil"

Aunque parezca que estos dos "Jorges" que nos regala la literatura universal se contradicen... en realidad están diciendo lo mismo.  Nos cuentan, desde su respetable y extensa experiencia,
que hay una herramienta -el lenguaje- que es insuficiente y pobre (Borges) pero que lo contiene todo (Semprun).  Y que será la pluma, la tenacidad y la imaginación obsesiva del escritor, la que venga a llenar semejante falta, combinando las palabras mágica y musicalmente en "combinaciones infatigables".   Tantas posibles... como escritores hay en el mundo.

"Siempre puede expresarse todo.  Lo  inefable no es mas que una coartada, o una señal de  pereza.   Eso cree Semprún y sugiere:  "Basta solo con pensarlo y con ponerse a ello.  Con disponer del tiempo sin duda y del valor, de un relato ilimitado.  Corriendo el riesgo de caer en la repetición más machacosa.   Corriendo el riesgo de no salir victoriosos del empeño y de prolongar la muerte..."

¿Suena  difícil, no?   ¡Pero es posible!
A ver autores...
¿Qué  hace falta para crear una historia apasionante?  ¿Qué ingredientes le pondrían ustedes a un cuento, para que sea más sabroso?

21 may 2013

Tip 1: La escritura sensual

"Como todo acto de gestación, una buena historia es el resultado de una unión, una cópula entre una idea que aletea y ronda tratando de tomar forma y el deseo inmenso, las ganas, de atrapar esa idea y dejarla asentada por escrito tal cual se nos ocurrió. ¿Cómo hacer para que el lector (o el espectador) vibre, se emocione o conmueva? ¿Como lograr una escritura sensual, que rodee con delicadeza al lector y lo vaya envolviendo, embaucando, que lo seduzca por completo, lo embelese y por fin... lo atrape?  Intentarlo, es el desafío que propone mi blog.  Atreverse a una escritura que palpite, sude, acaricie o lastime, que provoque y deje con las ganas, que explote y de tregua, que mate o muera como en el amor latino, nada de medias tintas".

Ese discurso le solté a mi vecina,  mientras ella me quitaba el esmalte de la semana pasada con acetona luego de fracasar en su cuarto intento por arrastrar la conversación hacia cuestiones mas prácticas.

-Fijate, Violeta  -intenté  interesarla, aunque parecía mas preocupada por el color que yo iba a elegir para pintarme las uñas de los pies.   Todos los términos aplicables al amor, lo son también al acto de escribir creativamente. Si las yemas acarician las teclas o las golpean con la furia de los celos, si nuestros dedos se deslizan por la pantalla del ordenador como por la piel del ser amado, si apretamos el botón "delete" con la rabia de esa pasión que se nos escurrió de la vida y siguió de largo sin consumarse, entonces, el escritor ya hizo la mitad del trabajo y seguramente conquiste al lector.

-A mi al único que me interesa conquistar es a mi  Marcos, que cada día llega más cansado.  Cuando quiero una noche de amor de las buenas -que todavía las tenemos ¿eh? -intercaló con picardía- lo espero con un plato de ñoquis con estofado y de postre arroz con leche.  Me pongo un pijama de raso bordó que tengo para la ocasión  y lo seduzco sin tanto "bla bla" y sin tantas vueltas... ¿te gusta este color coral que llegó nuevito o preferís el rojo oscuro de la última vez?

-El coral -dije automáticamente y no hablé más.
Cuando Violeta me traía de sopetón a la realidad, significaba que estaba a punto de hartarse de mis divagues filosófico-literarios y entonces yo, que venía embalada con una idea, terminaba de desarrollarla en mis pensamientos.

"Dejarse llevar por la corriente de una escritura apasionada y visceral -pensé- tiene sus riesgos.
Implica bucear en abismos oscuros de dolores pasados. Sin el oxígeno de amores tranquilos, girando en remolinos de pasiones que uno prefiere olvidar.   Se puede anclar un momento en las aguas tibias de principios uterinos pero enseguida, uno navega a la deriva como amante abandonado y el mundo habrá perdido todo sentido y equilibrio.
Sólo así -concluí-  partiendo de nuestras angustias y dichas verdaderas, podremos transmitir algo de eso al lector.

-¿Y?  ¿Te gusta el color?  -Violeta  agitaba  su mano frente a mi vista perdida, instándome con delicadeza a dejarle el lugar a la próxima clienta.
Asentí conforme, mirando el color de mis uñas de los pies por primera vez.  Me fui pensando que era un naranja oscuro y profundo, que me recordó al sol en los últimos suspiros del atardecer, antes de dar paso a la noche.  El lenguaje no ofrece un vocablo exacto para describir ese específico color de esmalte, pero nos otorga la posibilidad de combinar las palabras para explicarlo.  Que desafío tan arduo pero tan delicioso  el del escritor... ¿será que podremos contarlo todo si dominamos el arte de combinar infinitamente las palabras?

En la próxima entrada, revelaremos qué piensan al respecto DOS "Jorges" grandiosos:
J. L. Borges y  Jorge Semprún

En tanto... ¿qué opinan ustedes, autores?  ¿Todo se puede contar?