2 nov 2013

Tip 25: Mi propio ALEPH o "Introducción de un elemento imaginario"

Me encontré con Violeta por casualidad en el parque Hayarkón, al lado del río bonito de aguas mansas que cruza la ciudad de Tel Aviv y desemboca en el Mediterráneo. 

Me resultó extraño verla fuera del contexto de la manicuría, enfundada en un jean moderno que disimulaba sus sesenta y tantos y pendiente de cada movimiento de sus dos nietos en edad escolar -Alón y Nadav- que enseguida hicieron buenas migas con mi hijo Eitán.

-Cierto... hoy es lunes -expresé al verla, con verdadera satisfacción por el encuentro espontáneo.  Los lunes la manicuría estaba cerrada y toda la cuadra y el barrio perdían algo de vitalidad y color.

Nos sentamos a la sombra de unos eucaliptus, mirando jugar a los tres chicos que parecían conocerse desde siempre. Tomábamos café turco de termo y picábamos nueces y pasas de uva que Violeta sacaba de una canasta que parecía no tener fondo.  Hablábamos en castellano, con las expresiones tan propias de los "porteños" oriundos de Buenos Aires.  La conversación  fluía mansa y constante como  las aguas del río Hayarkon y de pronto, sentí que esa manicura sencilla que cargaba en sus hombros una enciclopedia de vida, era mi hermana en Israel. 

Sus nietos y mi hijo irrumpieron eufóricos, como un rayo de sol que se abre paso entre las ramas de eucaliptus.

-¡Encontramos una pelotita de vidrio! -anunció Alón, el nieto menor de Violeta.
-Una bolita de cristal con colores adentro- completó Nadav, el mayor.

-Es sólo una canica que alguien perdió...-  Mi manicura utilizó un vocablo de hace dos siglos minimizando el hallazgo.  

-No- aseguró mi hijo Eitán, que examinaba la pequeña circunsferencia girándola despacio entre el pulgar y el anular-  ¡Es un "ALEPH"!  Guardalo bien, mamá.

Los chicos salieron corriendo, con el apremio de seguir jugando antes de escuchar la temida palabra "vamos".  Y quedé bajo la mirada inquisitiva de Violeta, algo reprobatoria, como diciendo "Ya le llenaste la cabeza de conceptos raros también al chico..." 

-Le conté uno de los mas conocidos cuentos de Borges, nada más -me atajé-.  Se lo simplifiqué muchísimo:

"Había una vez un señor que no se quería mudar porque en el sótano de su casa, detrás de un pesado armario, descubrió un Aleph: una pequeña circunsferencia donde se pueden ver todos los puntos del universo simultáneamente, todo lo que pasó o pasará o uno hubiera querido que pase, infinitas cosas al mismo tiempo".  El escritor lo describe de esta forma, es bellísimo: 

“Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una pirámide, vi un laberinto roto (era Londres) vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mi como en un un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en un zaguán de una casa de Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal...”

Violeta miró de soslayo la bolita de cristal que los chicos encontraron y -con ojos de niña- se ilusionó:  -¿Será un Aleph?
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Queridos  autores,  si  encuentran  un  ALEPH  en  algún  zaguán 
de una vieja  casa y escarban en el baúl de vuestros propios deseos y recuerdos...  ¿que quisieran ver  reflejado  en  él?   

Quiero compartir con ustedes "el Aleph" de Alejandro Stein, un argentino-israelí que condimenta con toques de asado, Boca Juniors y poesía, su rincón familiar en el Kibbutz Barkai:

"Vi  una pareja besándose en un auto cuando Villa Cariño todavía existía. Vi  a mi equipo en la Bombonera dando todas las vueltas olímpicas que el exilio me hizo perder.  Vi a mis padres, vi una maestra tomando lista frente a caritas mapuches y guardapolvos blancos, vi mi muerte y me negué a saber la fecha,  vi un duraznero en flor y vi sus frutos todo al mismo tiempo.  
Y vi a la misma pareja que se besaba, ahora  desgastada por el tiempo y la rutina. Vi el amor eterno, vi el amor gastado y vi el amor de pago.  Vi la muerte en todas sus versiones y la vida  iniciándose de mil maneras.  Vi el miedo en los ojos de un tipo sentado en el consultorio del dentista y la mirada letal de una serpiente frente a una ardilla. Vi a mi abuela cocinando y casi pude oler el aroma característico de su casa. Y no seguí viendo... porque me aterró  la perspectiva del conocimiento infinito”

Hermoso... ¿no?  Quién hace "click" en comentarios y regala al blog su propio Aleph?