2 jun 2014

Tip 37: Miedos

-Me pasa justo en los días en que me siento mas feliz- confesó Violeta, en la intimidad de la manicuría que estaba desierta, café de por medio.  Mis uñas ya se habían secado, pero yo no tenía apuro ni intención de irme:  mi manicura-hermana-adoptiva en Israel estaba abriendo su corazón y eso no ocurría muy a menudo.  La mujer que casi siempre escuchaba cabizbaja y asintiendo, soltando comentarios monosilábicos mientras pulía manos de clientas con prolija rigurosidad, hoy hablaba con énfasis y mirándome a los ojos, como inquiriendo algo al destino, como buscando una respuesta ¿tal vez de mi?

-Es como una ráfaga pasajera -continuó-.  Como un viento que se levanta de pronto cuando estas en medio de un asado al aire libre y ves que empiezan a volar las servilletas, que se derrama todo el vino... Mirás al cielo y una nube amenaza con echarlo todo a perder... pero al final pasa de largo.

Violeta hizo una pausa.  Noté, que buscaba desesperadamente las palabras exactas para describir su sensación.
-Hoy me pasó de vuelta:  llegué contenta, después de un fin de semana fantástico.  Estuvieron mis hijos, el mas chico -que se libera dentro de un mes- y el mas grande, con mi nuera y los mellizos.  Abrí el local, miré la agenda... ¡bingo! todos los turnos asignados.  La primera que tenía anotada era esa viejita que adoro, Tikva, te conté, una sabia con ojos de aurora, una santa.  Y ví que la última eras vos... -me miró con ternura-.  No podía empezar la semana mejor.

Mi manicura estaba evidentemente movilizada e hizo una pausa, bajó la vista.  No me atreví a respirar.

-¿Te das cuenta?  Cuando siento que la vida es hermosa y que todo está en marcha... llega el miedo.  Me invade, me deja helada.  Ya no puedo disfrutar.  Miro el reloj, tensa... ¿donde estará el soldado?   Y los mellizos de tres años  ¿ya habrán llegado al jardín?  Escuché que hubo un accidente en la autopista...  Y mi marido, ese pan de Dios... cuando salí de casa seguía durmiendo  ¿No es raro?  ¿Y si no se despertó?-

Entiendo lo que siente.  Ese  fantasma inasible, la posibilidad de que todo se hunda en un instante, repentina e irremediablemente.  "La insoportable levedad del ser"  -lo tituló Kundera-.  ¿Qué pasa si una de las piezas del pequeño engranaje que uno lubrica día a día se cae, se rompe, se pierde para siempre?

Ahora Violeta me mira sin ver, totalmente metida en su propio cuento de terror.  Y sigue:

-El día se me arruinó, la nube negra que amenaza el asado está ahí,  a punto de hacer un desastre.
Creí escuchar el teléfono y no quise atender.  Miré hacia la puerta del local y me pareció que llegarían, con el anuncio tan temido... ¿le pasó algo al soldado?  ¿A mi marido?

Cuando la puerta del local se abrió hoy a la mañana yo estaba temblando, ojos llorosos, esperando lo peor...  Pero por suerte, la que entró fue Tikva.   La viejita abrió grandes los ojos, pensando que pasé un fin de semana fatal.   Me dijo  Shavúa Tov (buena semana) y  me aseguró que Ihié Beseder  ("todo va a andar bien").  Así empecé el día... ¿te parece normal?
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La descripción de algún tipo de miedo, terror, pánico o fobia inexplicable a veces resulta MUY difícil.  ¿Quién aporta al blog alguna narración donde el protagonista sea... el miedo?