-A la mañana fui al dentista y tuve que esperar una hora y media- contó Violeta mientras pintaba prolijamente de rojo mis uñas de los pies, una tarde agobiante de verano que invitaba únicamente a andar en ojotas o sandalias.
Ese espacio refrigerado de relax y "mimo personal" en el local de mi amiga-manicura facilitaba la conversación. Los temas triviales se sucedían con parsimonia y sin apuro, hasta que de pronto, algún comentario se imponía y cobraba repentina importancia universal, generando un intercambio vehemente entre nosotras, parecido a una discusión filosófica.
Fue el caso del tema "espera en el consultorio del dentista".
-Qué pérdida de tiempo- siguió quejándose Violeta- ¿para qué cita a tantos pacientes juntos? ¿Yo te hice esperar alguna vez más de quince minutos? ¡Es una falta de respeto! ¿Qué podés hacer durante una hora y media, junto a otros ocho con muelas doloridas que resoplan de fastidio?
-Mirar sus rostros -contesté-. Leerlos como si fueran un libro abierto. Adivinar sus angustias y apremios, descifrar a través de las arrugas en las comisuras de sus labios, si han pasado una noche de felicidad o de espanto. Observar sus párpados cansados y "traducir" ese cansancio, descubrir si es resignación o esconde la satisfacción que se siente después de haber logrado una meta difícil -expliqué-. No es tanto tiempo esperar una hora y media... el tiempo es relativo.
Violeta me miró sin paciencia. Sonreí. Yo podía haber asentido y eso hubiera acompañado su desahogo: uno se da cuenta cuando el interlocutor "tira la bronca" sólo para descargarse y desea escuchar simplemente un "tenés razón, qué bajón esperar tanto tiempo..." Sin embargo solté esa pequeña provocación, esperando su reacción con cierto deleite.
-¡¿Qué relativo?! -saltó como aceite hirviendo-. Tenía que hacer las compras para la cena de Shabat y no pude, mañana vienen mis cuatro nietos! ¿Cuándo voy a hacerlo? Tengo agendadas clientas toda la tarde por el tema del "Día de los Enamorados"... incluída VOS misma -recalcó- ¿de qué relatividad me hablás? -siguió despotricando- Ustedes los escritores... acostumbrados a quedarse pensando y a vivir en las nubes, nunca tienen apuro y pueden quedarse "observando rostros" -remedó- pero la gente común y corriente y práctica como yo ...
La frase quedó flotando en el aire. Violeta dió por terminada su tarea y puso punto final a la discusión indicándome con un ademán que estaba apurada y que le deje el lugar a la próxima clienta.
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Y ustedes, autores? Se animan a hacer "click" en comentarios y aportar al blog la descripción de un rostro, situación o panorama que hayan observado con detenimiento aprovechando una espera? Como haría un buen escritor, que se precie de serlo...