22 may 2013

Tip 2: ¿Todo se puede contar?

Con esta pregunta, suele comenzar la primera clase de mis Talleres Literarios.
Me la formularon cientos de veces y yo disfruto -a mi vez- preguntándola:
¿Todo se puede contar? ¿Qué opinan ustedes?

Violeta, una vecina de mi barrio en Tel Aviv que llegó hace 30 años a  Israel y abrió un localcito donde trabaja como manicura y pedicura, reaccionó por primera vez sin su habitual tono cargado de escepticismo.
-¡Por supuesto!- dijo sin levantar la vista de una uña que me pintaba prolijamente de color fucsia-  ¡Si acá me cuentan de todo, incluso algunas clientas que ni me conocen!  Venite una semanita al boliche, quedate sentada escuchando pero hacé de cuenta que leés uno esos libros que siempre traés y vas a ver cuántas historias te llevás... -recomendó-.

Le expliqué que al abrigo de una "oreja" adecuada, unos mates, un café, cerveza o una copa de buen vino, estamos acostumbrados, determinados a contar lo que nos pasa a nosotros o a los demás. Nos alivia, nos descarga, nos hace feliz.
¿Qué sería de nuestra especie sin el ejercicio de la conversación, de la charla por teléfono, del fluído espontáneo de vocablos que surge cuando nos encontramos con alguien en la esquina, en el living de casa o en un bar?

-Violeta... "la conversación" es un ejercicio que practicamos desde que tenemos un año de vida!    Lo que pregunto en mis talleres es si todo se puede contar por escrito.

Esta vez, levantó la mirada de la uña que me pintaba y me estudió con la desconfianza y el
casi imperceptible dejo de desprecio con el que nos mira la gente práctica cuando decimos que somos "escritores".  Pronto les contaré qué me contestó Violeta, pero ahora, tal como lo prometí en la entrada anterior, vamos a ver que opinaron al respecto Jorge Semprún y Jorge Luis Borges.

Borges  considera  que el lenguaje es pobre.   Y explica, a la vez que se pregunta:
"El mundo aparencial es complicadísimo y el idioma solo ha efectuado una parte muy chica de las combinaciones infatigables que podrían llevarse a cabo con él  ¿Por qué no crear una palabra, una sola, para describir el ruinoso y amenazador ademán que muestran en la madrugada las calles?
¿Y otra, para la buena voluntad -conmovedora de puro ineficaz- del primer farol en el atardecer aún claro?"

En cambio el escritor español Jorge Semprún indica en su obra "La escritura o la vida" que el lenguaje lo contiene todo.  Y describe, con extrema delicadeza y pericia:

"Se puede expresar el amor mas insensato, la mas terrible crueldad.  Se puede nombrar el mal, su sabor de adormidera, sus dichas deletéreas.  Se puede expresar a Dios, lo que no es poco.  Se puede expresar la rosa y el rocío, el lapso de la mañana.  Se puede expresar la ternura, el océano tutelar de la bondad.  Se puede expresar el porvenir, los poetas se aventuran en él con los ojos cerrados y el labio fértil"

Aunque parezca que estos dos "Jorges" que nos regala la literatura universal se contradicen... en realidad están diciendo lo mismo.  Nos cuentan, desde su respetable y extensa experiencia,
que hay una herramienta -el lenguaje- que es insuficiente y pobre (Borges) pero que lo contiene todo (Semprun).  Y que será la pluma, la tenacidad y la imaginación obsesiva del escritor, la que venga a llenar semejante falta, combinando las palabras mágica y musicalmente en "combinaciones infatigables".   Tantas posibles... como escritores hay en el mundo.

"Siempre puede expresarse todo.  Lo  inefable no es mas que una coartada, o una señal de  pereza.   Eso cree Semprún y sugiere:  "Basta solo con pensarlo y con ponerse a ello.  Con disponer del tiempo sin duda y del valor, de un relato ilimitado.  Corriendo el riesgo de caer en la repetición más machacosa.   Corriendo el riesgo de no salir victoriosos del empeño y de prolongar la muerte..."

¿Suena  difícil, no?   ¡Pero es posible!
A ver autores...
¿Qué  hace falta para crear una historia apasionante?  ¿Qué ingredientes le pondrían ustedes a un cuento, para que sea más sabroso?

1 comentario:

  1. Fata Morgana

    Ya cruzamos el desierto y llegamos a la costa del Mar Rojo.
    Ya salimos victoriosos del combate y dominamos el puerto.
    Ya calculamos descansar, comer algo y dormir, mucho…

    Entonces vino la orden de patrullar las arenas circundantes.
    ¿Quién sobreviviría ese calor, sin sombra donde refujiarse?
    Desfallecido quedé rezagado de mis compañeros, entonces…

    Un ruido me hizo investigar de qué se había producido.
    Delante de mí se erigió algo negro, enorme, desnudo.
    Casi le disparo un tiro mortal y acabaría el peligro.

    En cambio, saqué mi cantimplora, le ofrecí tomar agua.
    En pequeños sorbos, la bebió y me la devolvió vacía.
    Sin hablar, comenzamos a andar hacia el campamento.

    El desnudo de más de dos metros, forzudo y sumiso.
    El conquistador, nada alto, armado y asombrado.
    Dos personajes bajo un sol abrasador…



    Zeev
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