8 may 2016

Como trapos lavados al sol

Hoy en el blog presentamos un conmovedor relato corto de Maryluz Rivera Sierra, nacida en Colombia y que reside desde hace varios años en Israel.  Con ella aprendemos, como verán, que cada autor tiene una visión única y propia de la vida y que un episodio puntual y pequeño puede ser narrado en forma deliciosa, desde la particular impronta de cada uno.

COMO TRAPOS LAVADOS AL SOL 
por Maryluz Rivera - 2016
El río grande del Magdalena es caudaloso, caprichoso y suele refrescar los zócalos de las casas coloniales cuando se altera, dejándolos pintados de color agua. El eco del todo se abraza a su caudal como ninfa enamorada, llenando de rumores los silencios de las noches cálidas. Repercusiones de un pasado que sigue vivo y que hoy regresa.
El día que a Mompox, mi villa, le agregaron el apellido ‘de la Cruz’, habían obligado a todos sus habitantes a firmar una carta que rezaba:

“En el nombre de Dios y arrodillado,
Con la mano puesta sobre la imagen de este crucifijo,
Juro ante los delegados del cabildo y de la santísima Madre Iglesia,
Que en mis venas no se encuentra rastro de sangre impura musulmana, ni judía, ni india ni negra.
Que soy descendiente de españoles puros y dignos.
Que mis apellidos los he heredado con hidalguía y que siempre defenderé los intereses de su majestad y los dominios que comprende su poder.”

Han pasado ya varios siglos de aquel pasado inquisidor, en el que, a punta de torturas, habían hecho de Mompox la comunidad más católica de toda la Nueva Granada. Las tapias de sus casas de abolengo y por supuesto el caudaloso rio, se habían convertido en los únicos testigos vivos de aquella época de tragedias amargas.
Rezandera, señoritera y puritana, Mompox de la Cruz se escudaba en la senilidad que le daban los cientos de años que cargaba encima. Habiéndose olvidado ya, de algunos "vergonzosos" secretos y acomodada en su imagen de comunidad católica, apostólica y romana, había florecido como ninguna en la región. Se había convertido en un lugar turístico abrazado a las bondades del rio y su brisa cálida.

De niño, solíamos visitar por las tardes la casa del bisabuelo Elías, el padre de mi abuela materna, que a sus noventa y pico de años todavía tenía el temple de un roble. A pesar de su edad, insistía en pasar largas horas en el taller de filigrana en oro y plata que tenía en el sótano. Daba órdenes y les decía a todos lo que hacer. 
-Mire mijo y aprenda, arte de familia. De esto hemos vivido los españoles en estas tierras. Los demás solo saben pescar -afirmaba de manera engreída y se jactaba de sus antepasados como si hubiesen sido los mismos monarcas del reino español.
-¡Descendientes de fundadores somos mijo, no se le olvide, de Don Alfonso de Heredia! - afirmaba tajante.

En tiempos de la colonia, la villa había sido la meca del oro. Procedentes del interior del país, borrascas del preciado metal desembocaban en el joven y caudaloso rio Magdalena rumbo a Cartagena de indias y de ahí a las arcas de la reina.
Heredero de esa historia me creí toda la vida; me imaginaba que de grande yo sería como Elías. Alto, elegante, con presencia. Fantaseaba con ser el dueño del taller más grande de la villa y me casaría con una joven de mi misma condición, de clase y linaje español.
Hoy, el rio no solo refrescó los zócalos, sino que inundó la casa y mis memorias. Secretos lavados se extienden ante mis ojos como trapos mojados al sol.
Entre risas y desconciertos, María, mi hermosa esposa de origen Tairona y yo, sacamos del sótano un pequeño baúl de metal repleto de artefactos “non sanctos” para tanto abolengo.

Una Mezuza de cobre, un candelabro de Janucá en oro y plata, una filacteria (Tefilin) de cuero y un libro que a pesar de estar deshecho por el agua y el lodo se resiste a desaparecer, conservando intacta su pasta dura y forrada en el preciado y dorado metal. Sus letras en alto relieve que dicen “Torah” encandilan los ojos con su brillo al ver de nuevo la luz.
-"Nada es lo que parece, ni nadie es quien dice ser”- solía decir Elías.
 

21 abr 2016

¿Podemos cambiar el carácter de un personaje a lo largo de una trama?

Más de una vez conversamos acerca de la evolución que debe tener un personaje para que la trama sea interesante.  Que un personaje "evolucione" significa "que le sucedan cosas", que su vida no sea lineal y previsible, que cambie (para bien o para mal) que se transforme, que pase de pobre a rico o al revés, de looser a winner (o al revés), de ser el "rechazado" en la escuela primaria al ser el Rey de las pistas de baile en la Universidad, de mafioso a monje, o de ser un simple muchachito con aspiraciones... a transformarse en "El lobo de Wall Street" (como el personaje que tan bien representa Di Caprio, entre otros muchos ejemplos).  Yo enseño que los personajes pueden y deben cambiar a lo largo de las vidas de ficción que les creamos... y que nuestra habilidad como escritores será hacer esos cambios creíbles.  Todo debe estar MUY BIEN justificado.

Y de pronto Pedro, un autor-amigo que con sus reflexiones escritas te deja pensando, trajo al Taller el texto que copio a continuación, destapando un ánfora de cuestionamientos y regalándonos una óptica adicional para tener en cuenta al momento de construir la personalidad y el destino de nuestros personajes.

Y ustedes, queridos autores... ¿qué piensan?  El texto de Pedro ¿contradice lo que expongo en el primer párrafo?  ¿O lo complementa?  Será muy interesante que hagan click en comentarios y nos dejen leer vuestra opinión!

La espada que ha salido de la vaina tiene que matar
(confesión)
Por Pedro Muñoz

Me rindo. No se me ocurre ninguna historia de alguien al que un acontecimiento puntual le haya cambiado de verdad. Al menos ninguna que fuera verosímil.
Cambiamos de chaqueta, de horarios, de ciudad, de champú... El refranero y su garbancera metafísica lo corroboran: el que nace lechón muere gorrino.
Sí, la gente deja de fumar, algunos, pocos. Otros adelgazan, unos kilos y durante una temporada. Podemos cambiar de costumbres, pero el carácter es ese núcleo duro que nos puede. El orgullo, la codicia, la lascivia.. ¡Si hasta el buen corazón es más fuerte que nuestro sentido común!
El carácter es como el agua, incompresible e imparable. Podemos cambiar su curso mediante obstáculos o presas, pero la lluvia que cae en una vertiente encontrará su camino. Nada la frenará en su decidida marcha aguas abajo hasta al mar.
No cambiamos.
Y aunque vaya en desdoro de mi contrastada teoría os diré que una oscura universidad británica (siempre son de esa nacionalidad las que descubren inusitadas relaciones de causalidad) lo ha demostrado científicamente. Ha entrevistado a un grupo numeroso de personas felices que se enfrentaron a un desgraciado acontecimiento en sus vidas, (como quedarse tetrapléjico por ejemplo) y ha comprobado que tras el inevitable quebranto, pasados unos meses, sus niveles de felicidad se recuperaban. Y al contrario, personas infelices, deprimidas a las que otro acontecimiento, este de carácter positivo, (como por ejemplo el ganar un sustancioso premio de la lotería), había proporcionado unas semanas de alegría desatada, retornaban en un breve periodo de tiempo a su estado original de decaimiento.
La gente no cambia, solo envejece. El carácter es como una flecha que sigue su trayectoria y solo la gravedad poco a poco la va curvando hasta su abrupto final.
Por eso en el rencuentro con aquel viejo compañero del servicio militar bastan pocos minutos de dialogo para, debajo de ese suave barniz de unas cuantas décadas de vida burguesa, descubrir al bastardo de siempre. De la misma forma, tras ese mismo breve tiempo de conversación, basta un brillo en los ojos, una entonación de la voz, una forma de reír para que, como un viento fuerte barre las hojas caídas sobre la acera, reconocer aquel o aquella joven de la que nos enamoramos, para recuperar al amigo, al ser querido debajo de esas arrugas y canas que el tiempo ha ido depositando. 
Y así, pese a ser esclavos de un destino escrito en nuestro interior, somos capaces de vencer al más poderoso e inapelable de los dioses, el tiempo.

18 abr 2016

Ciclos

A lo largo de tres años he volcado en este blog una serie de observaciones, sugerencias o "tips",
que ayudan a transmitir mejor un concepto a través de la palabra escrita. Para hacer esta faena mas llevadera, he "disfrazado"mis enseñanzas de anécdotas que transcurren en un pintoresco Salón de Belleza en un barrio de Israel, e inventé al personaje de la manicura Violeta para interactuar con mi propia persona y crear dinamismo en las historias.

Durante los últimos meses, reuní y ordené en un libro los 50 Tips que me parecen más interesantes de este blog.  Se puede ver en este link:
http://www.amazon.com/Tips-para-Escribir-Mejor-Spanish-ebook/dp/B01CZ3CX7C/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1460978813&sr=8-1&keywords=50+tips+para+escribir+mejor

De esta manera, cierro un ciclo de enseñanzas que disfruté muchísimo, para comenzar otro en el que cederé el protagonismo de Violeta a los escritores que participan en mis Talleres.  Y así, cada lector tendrá la posibilidad de abordar el universo de otras plumas imaginativas.

Y ahora, un pedido: si ya recorriste los posts de este blog o los leíste de corrido en el libro "50 Tips para Escribir Mejor", me será muy útil que me cuentes... ¿Qué Tip te gustó más?  Por favor, hacé click en "Comentarios" y dejame tu opinión... me interesa mucho saberlo!  (mi favorito es el Tip Número 42, titulado "Casi"...)


21 feb 2016

Transpiración

Queridos autores:

Hoy nos despedimos de Umberto Eco, que falleció el pasado viernes a los 84 años, recordando una de sus frases emblemáticas, que dedicó a las nuevas generaciones de escritores y es verdaderamente una gran enseñanza:
  
"La genialidad es 10 % inspiración y 90 % transpiración"


Aquí está el vínculo para escuchar la entrevista completa que concedió el año pasado, donde encontrarán varios de sus consejos.


Si estás de acuerdo con él, DEJA DE ESPERAR a la musa, pónte a trabajar y transforma tus ganas de escribir en un hábito cotidiano o semanal.  Corrige tus textos una y cien veces.  Reléelos cada tanto y mejóralos.  Es posible!

7 feb 2016

Quinto Encuentro de Lectura de Trabajos Propios

¿Quién participó? ¿Quién fue favorecido por el voto del público?


               
Fue una tarde llena de carisma, imaginación y creatividad.  El pasado jueves 4 de febrero en el Salón de Actos del Instituto Cervantes de Tel Aviv, diez escritores nos deleitaron con sus cuentos, ideados bajo la consigna "me defraudó".  Los trabajos leídos fueron:

-"El Porteño" de José Charbit
-"Vida e Morte de Celestiano"  (en portugués) de Lucía Wasserman  
-"El hechizo de Africa" o "En todas partes se cuecen habas" de Vivian Schul   
-"La verdadera cara de Gilberto" de Yamila Carini     
-"La magia de una sonrisa blanca, dentro de un estuche negro" de Sabina DuAr   
-"Un mundo nuevo, no, gracias" de María Jesús Saiz Parga   
-"Flácido defraude" de Nelson Guilboa    
-"Superganga" de Jack Michonik    
-"Dos Amigas" de Joaquín López Toscano   
-"Expiación" de Pedro Muñoz

Una vez leídos los  cuentos y después de tomar un café, tuve el agrado de presentar un emotivo extracto del libro "La Descendencia", del autor Jack Michonik, que la concurrencia escuchó muy compenetrada y saludó con un largo aplauso.  
Minutos después, el público emitió su voto, eligiendo los cuentos que más lo conmovieron.   El Jurado, compuesto por Juan Zapato -Editor de La Torre de Babel-  y  Pablo Pita -Director de la Biblioteca Camilo José Cela del Instituto Cervantes de Tel Aviv- emitió también su voto (doble) y dictaminó que el público favoreció en primer lugar a Pedro Muñoz por su trabajo "Expiación"  y que el segundo trabajo más aplaudido y votado fue "Superganga" de Jack Michonik.        
Los invito, a continuación, a disfrutar estos cuentos!!

"Expiación"
Por Pedro Muñoz
Solo sentí tristeza cuando vi al embajador en la azotea de la embajada subiendo al helicóptero. A esos refugiados que se apelotonaban abajo en el jardín, les había hecho promesa solemne de que todos serían evacuados, que él sería el último en salir.
No me defraudó.  Supongo que fue otro caso de gestión de expectativas y que no esperaba gran cosa de él. No es que le conociera bien, yo era un simple sargento de marines, pero me imaginé que habría recibido órdenes de arriba para que abandonase la delegación. Se diría, o le habrían dicho, que no podía evacuar a toda la ciudad, ni poner en peligro a los pilotos de los helicópteros, que si no los mataban hoy éstos, los matarán mañana los otros. Siempre hay una explicación si te pones en la piel del otro. “Tout comprendre, tout pardoner”.
No se haría ilusiones sobre el destino de los que se quedaban. Con los bárbaros dentro de la ciudad y el crepitar de los tiroteos cada vez más cercano, la suerte de esos hombres, mujeres y niños estaba echada. Todos ellos lo sabían, como lo sabían los pocos jerifaltes y sus familias que consiguieron huir en una de las aeronaves un poco antes. Como lo sabía esa madre que lanzó por encima del muro de la embajada a su bebé de un año como si fuera un fardo, implorando que alguien lo embarcara en una de ellas.
No me defraudó porque ya no me defrauda nadie. Después de tres años de guerra, de esta guerra, de cualquier guerra, es difícil esperar nada de la condición humana. Nada pues esperaba de ellos, ni de los nuestros. Tampoco de mí.
Todos tenemos una luz, una estrella cuando nacemos. Luego, cuando crecemos, antes o después algo ocurre o algo hacemos y esa estrella se apaga para no volver a encenderse y al cabo de un tiempo te dices que esa luz solo era un espejismo. Cuando nos hemos defraudado a nosotros mismos solo pueden sentir decepción por los demás los ilusos o los que gustan de engañarse a si mismos. A partir de entonces la vida nos da innumerables razones para la indignación, la desesperación o la tristeza pero no para la decepción. Cuando la persona en la que más confías, la que más conoces, tú mismo, te decepciona, un mundo de oscuras posibilidades se abre ante ti. Quizás sea una condición para alcanzar la madurez.
A culatazos hemos tenido que cortar el paso a la masa que terminó por invadir el recinto y pretendía alcanzar la azotea. Cuando despegó el último aparato que nos recogió a mis hombres y a mí, esas caras de súplica y de terror se convirtieron -a la distancia- en un hormiguero humano. Uno de esos que el paso descuidado de la historia aplasta sin siquiera dejar constancia de ello. ¿Quién se acordará de esas caras en diez o veinte años?
De vuelta en casa, viendo a mi vecino, al policía de la esquina o la cajera del supermercado... ¿me acordaría yo? ¿Podría imaginármelos tiroteando al conductor de un coche para poder huir en él o pisando la cabeza de mujeres y niños para asaltar la verja de la delegación? ¿Me acordaría de sus brazos extendidos, sus gritos ininteligibles, sus lágrimas? Lo que seguro no olvidaré, será el rostro de los pocos que permanecían silenciosos al margen de la barahúnda mirando con desprecio infinito, casi rozando la compasión, a las ratas que abandonábamos el barco.
Ahora, mientras sobrevolamos la ciudad donde las columnas de humo parecen sostener el techo de nubes bajas que cubre la ciudad, como si fuera el depositario del fuego de la tribu,  abrazo con fuerza el petate en el que solloza ese niño arrojado que pronto quedaría huérfano, si no lo está ya. Socorrerlo no fue un acto de humanidad o misericordia... sino desesperado. El mundo está condenado. Bastaba que su vida me salve a mí.


(1)  Expiación:  remoción de la culpa o pecado a través de un tercero
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Puedes leer tres cuentos más de Pedro Muñoz en este mismo blog, en la ventana "Cuentos de otros autores" o haciendo click en este link:
http://naceunautor.blogspot.co.il/p/cuentos-de-otros-autores.html
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"Superganga"
Por Jack Michonik
Ferdinand Duprix, el conocido negociante de obras de arte, considerado entre sus colegas del ramo como oportunista inescrupuloso, estaba encantado de escuchar la propuesta que le hacía Maurice Von Oppenheim. Incrédulo, le contestó:
-Un óleo de Paul Gauguin, en buen estado y de buena procedencia, en las dimensiones que tú dices, 80 por 60 centímetros…
-Aproximadamente  –interrumpió Von Oppenheim, cuidándose de no comprometerse.
-Aproximadamente –repitió Duprix–, vale entre 10 y 15 millones de dólares, por lo menos. Es imposible que tú puedas conseguirlo por 5 millones.
-Vuelvo a decírte: el muchacho no sabe lo que tiene entre manos. Además, no son cinco millones; son siete: cinco para él y dos para mí.
-Estarías estafando a tu propio sobrino.
-¡De ninguna manera! –protestó Maurice– Es una venta que él hace de su libre voluntad, tomando un objeto de su casa. Si lo hace con el conocimiento de su padre o no, eso no es asunto mío.
         
Quienes conocían a Maurice Von Oppenheim estaban convencidos de que era un hombre muy rico, no sólo porque andaba siempre vestido de suma elegancia y vivía en el huitième arrondissement de París, donde se encuentran los apartamentos más lujosos de la ciudad, sino porque era hermano de Félix Von Oppenheim, el multibillonario conocido en los altos círculos financieros como “el rey del cacao”. La realidad era otra. Maurice era un hombre insolvente que difícilmente lograba guardar las apariencias con lo que ganaba como intermediario en algunas transacciones financieras.
         
A raíz de una querella de familia, hacía años que Maurice no se hablaba con su hermano Félix. Es más, Maurice estaba en malos términos con todos sus parientes, salvo con su sobrino Fabián, el hijo mayor de Félix, un joven irresponsable de 23 años, parrandero y vividor, con quien congeniaba y se entendía a la perfección, quizá porque veía en él el reflejo de su propio carácter.
-A mi sobrino sólo le interesa divertirse. No le importa cuánto valen las cosas y no se va a tomar la molestia de averiguar  –le aseguró Maurice a Ferdinand Duprix–. Me pidió que te ofrezca el cuadro y que lo negocie como a mí me parezca, y eso es lo que estoy haciendo.

Ferdinand lo miró con recelo durante unos segundos, su mente oscilando entre la desconfianza y la tentación.
-Está bien –dijo por fin–. Podemos hacer el negocio.
-Pago anticipado, claro está.
-Puede ser… pero con garantías. Tu sobrino Fabián y yo firmaremos un contrato que formalice la venta. Yo depositaré el dinero en la cuenta de custodia de mi abogado. Escrow account  –precisó, empleando el término legal inglés–.  El cuadro también será depositado bajo custodia del abogado. Cuando se establezca la autenticidad de la obra, el abogado me hará entrega del óleo y liberará los fondos para ti y tu sobrino.
-Podemos hacerlo así –repuso Maurice– pero utilizando los servicios de mi abogado, no del tuyo.
-Ni del tuyo ni del mío –contestó Ferdinand echándole una maliciosa mirada–. Escogeremos un abogado de común acuerdo. ¿Bueno?
Maurice Von Oppenheim le devolvió la maliciosa mirada.
-Está bien  –asintió.
-Perfecto. Trato hecho.
         
Dos semanas más tarde, cuando los expertos determinaron que el cuadro no era obra del insigne pintor, Ferdinand Duprix encaró furiosamente a Maurice Von Oppenheim.
-El paisaje no fue pintado por Gauguin –gruñó con la cara roja de ira.
-El paisaje fue pintado por Gauguin –repuso fríamente Von Oppenheim.   Y de acuerdo a lo estipulado en el contrato, el abogado no tiene más remedio que entregártelo y darme el dinero a mí.
-¡Cómo puedes decir eso! Está claramente establecido que ese cuadro no figura entre los catalogados del pintor. Además, según los expertos, los óleos que se utilizaron son nuevos. ¿Me crees idiota? El cuadro fue pintado hace unos cincuenta años y Paul Gauguin murió en 1903.
-Ah…  ese Paul Gauguin –repuso Maurice en tono de exagerada sorpresa a la vez que esbozaba una sonrisa cínica–. El pintor del cuadro que te vendimos es de Paul Gauguin, el nieto.

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Puedes leer dos obras más de Jack Michonik en los siguientes links:


                                                                        


16 may 2015

Tip 53: Lo irracional

Entró al local de golpe, sin turno ni aviso alguno, tal como irrumpe en la vida el amor o como sobreviene una desgracia.  De sopetón y sin permiso.
Era una mujerona robusta, de caderas generosas, pollera multicolor y mirada penetrante que desnuda el alma.  Plantó su mitológica figura en el centro del local y al verme con las manos extendidas en una inmaculada toallita blanca esperando que se seque el esmalte gris perla de mis uñas recién pintadas, notó al instante mi condición de clienta y se dirigió entonces a Violeta, con un ruego que sonó como una orden:

-Necesito que me arregles las manos.  Ahora.

Violeta parpadeó, molesta por el tono imperativo disfrazado.

-Acabo de cerrar.

La mujer avanzó un paso mas, hasta quedar muy cerca de mi manicura y le exhibió unos dedos cargados de anillos, con uñas desprolijas que acumulaban capas de esmaltes ajados.

-Ayudame.  No puedo ir a trabajar así y "pegué" un grupo de señoras ricas, que viven por acá cerca y me contrataron para esta noche.  Cuando vi tu negocio pensé que era un oasis...  por favor.

Violeta me consultó con la mirada.  Un minuto antes, había puesto agua a hervir en la jarra térmica y nos habíamos regalado la promesa de un café y charla a última hora del día.  Me levanté con menos resignación que curiosidad  por esa extraña clienta que cambió el curso de nuestra intención y le dejé mi lugar en el banquito.  La mujer dibujó una sonrisa de esas que sellan pactos de amistad y no tardó en ofrecernos un dudoso agradecimiento.

-Yo también trabajo con las manos de la gente- sugirió con tono misterioso.  Y enseguida aclaró:
Con las palmas de sus manos.  En Rumania -de donde vengo- yo era una de las mas conocidas lectoras del destino de las personas... acá todavía me estoy abriendo camino.  Si alguna quiere probar suerte el servicio va sin cargo, para compensar la interrupción.

Violeta desechó la idea de cuajo: su espíritu práctico era como una roca sin grieta alguna, en la que no había resquicio para que se filtre ningún aspecto sobrenatural.

En cambio yo... Yo sonreí como una niña de ojos brillantes.  Comprobé que el esmalte gris perla estuviera bien seco al fin y extendiendo mi palma a la pitonisa, pregunté:

-¿Está escrito el tiempo que nos queda de vida?
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Queridos autores:  la introducción en circunstancias cotidianas de un elemento mágico, sobrenatural o relacionado con la fe mas que con lo racional, puede enriquecer nuestra historia, generando intriga, ilusión y la convicción de que todo es posible.
¿Quién aporta al blog una historia donde alguien nos pueda develar misterios de nuestro destino, a través de métodos no convencionales como la lectura de la borrá del café, tarot, bola de cristal, oráculo, hipnosis u otros?

23 abr 2015

Tip 52: Monólogo interno

"Mujer escapa de la noticia":  así es el título de un libro del escritor israelí David Grosman, que cuenta acerca de la madre de un soldado en tiempos de guerra.  La pobre mujer tiene tanto miedo que vengan "a darle la noticia" de que algo pasó a su hijo, que sale de la casa y camina, camina, camina sin rumbo por la ciudad.

En eso pensaba yo, mientras me dirigía con mi hijo Eitán hacia el acto barrial en conmemoración a los soldados caídos en las guerras de Israel, ambos vistiendo jeans y remeras blancas en las que pegamos una etiqueta adhesiva al lado del corazón, con la palabra hebrea "Izcor" (recordarás).  
De pronto, una pregunta de Eitán, interrumpió el curso de mis cavilaciones oscuras.
-Mamá, para vos... ¿cuál de los dos días es más triste, el Día del Holocausto o hoy, el de los soldados caídos?  
Lo miré de soslayo.  Qué inoportuna e impertinente es -a veces- la curiosidad de los niños.  
-Hoy es mas triste, creo... -intenté salir del paso, mientras mi mente buscaba a toda velocidad una construcción lógica comprensible que justificase tal elección.  

Eitán me miró sorprendido.  No compartía y no me daría tregua.
-¿Hoy?  ¿Por qué?  Si en el Holocausto murieron muchos más...

Dudé.  No tenía que ver con cantidades -pensé-. Quería decirle la verdad, brindarle una respuesta digna a la magnitud de su interés. 
Este día me parece mas triste porque el miedo me cierra la garganta... ¿debería poder confesarle esto a un chico?-.  Porque tu hermano es soldado y tú también  -en unos años tendrás- que serlo ¿qué otra opción queda?.  Porque aquél monstruo que mataba en el Holocausto, ahora es cosa del pasado.  Pero las sombras de guerra que eclipsan a este soleado país, son como fantasmas insaciables,  actuales e inminentes. Porque cada madre o abuela en Israel, porque cada hermana, esposa y maestra aquí, es una "mujer que escapa de la noticia"  ¿debería responderle así?  

Miré el reloj.  Casi las ocho.  
-Apurémonos Eitan, falta un minuto para la sirena.
-Pero no me contestaste -protestó-.
-Los nazis ya no pueden seguir matando... pero los soldados pueden seguir muriendo. 

El ulular ensordecer de la sirena invadió los barrios y los corazones de Israel.  Sentí un gusto a ceniza en la boca y un leve malestar.  Eitán me dio la mano y yo se la apreté con fuerza. 
Unas filas mas adelante, de pie entre el público presente,  divisé a Violeta.
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Queridos autores:  cuando dos personajes conversan, discuten, o se encuentran en una situación determinada, vale la pena que el autor se detenga y "desmenuce" lo que está sintiendo exactamente su personaje  ¿Qué se le cruza por la cabeza antes de responder? ¿Qué sentimientos encontrados lo abruman?  ¿Qué quisiera decir en realidad pero nunca se atreverá? ¿Qué conversación mantiene consigo mismo mentalmente ANTES de soltar su réplica?  Este monólogo interno o conversación íntima del personaje consigo mismo, enriquece muchísimo nuestros trabajos literarios y permite que el lector se introduzca mas en la historia y se identifique mas con los personajes.

Observen este monólogo interno del personaje de María, en el libro "Los Enamoramientos" (de Javier Marías).  Noten cómo explica detalladamente -en primera persona- lo que pasa por su cabeza, cuando se siente amenazada por su compañero::

-¿Qué quería ese hombre?  Ha venido sin avisar ¿no?
Me arrepentí de preguntar tanto nada más haberlo hecho.

-¿Por qué quieres saberlo, María? ¿Qué te importa?
Lo dijo con hosquedad, casi airado. Estaba segura que, de pronto, ya no se fiaba de mí, me veía como un incordio, tal vez una amenaza, un posible testigo incómodo.  Había subido la guardia, era extraño, hacía poco rato yo era una persona placentera e inofensiva para él, todo menos un motivo de preocupación, al contrario, una distracción muy agradable mientras él aguardaba a que el tiempo pasara y curara y se cumplieran sus expectativas.  Sentí que ahora se le había presentado un recelo, una duda, seguramente quería preguntarme si había oído su conversación... pero no podía hacerlo.
Entonces me vino de nuevo como un poco el miedo.  Él me lo generó, él a solas, sin nadie delante capaz de frenarlo.  Me apresuré a responder:
-No, por nada, perdona.
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¿Quién aporta al blog el relato de una situación en donde uno de los personajes, antes de responder a determinado requerimiento de otro, desarrolle un monólogo interno que refleje al lector exactamente su estado de ánimo? 


20 abr 2015

Tip 51: El poder de una réplica

La clienta entró apurada, nerviosa y fumando.  Su ingreso al local, fue como una intromisión que impuso un hálito eléctrico en la apacible manicuría con aires de sahumerio.
Violeta levantó la vista de mis uñas -que había pulido con esmero y ahora se disponía a pintar-  y se contrajo automáticamente poniéndose a la defensiva, al tiempo que escuchaba el reclamo, casi escupido como una protesta autoritaria y caprichosa:

-Te pedí que me pongas esa porquería que seca rápido la pintura y mirá... -señaló una mano temblorosa con uñas de esmalte corrido.  Acto seguido, ordenó sin displicencia:  -Arreglame rápido esta basofia... ¿a qué hora pensás que puedo llegar a la oficina?

Violeta se puso de pie y echó a un lado, con el gesto brusco de quién saca una espada, el mechón entrecano que le cubría parte del rostro, .  Un torrente de sangre subió hasta su rostro como una cascada inversa, con la misma fuerza e idéntica furia del agua que horada la roca.  Sentí el choque inminente entre ambas y me puse de pie también, como un árbitro, o mejor aún, como un anciano rabino que puede ver más allá de la queja pueril y que escucha otros gritos detrás, otras angustias, otros pedidos desahuciados, otras cuestiones que escaparon de control y se corrieron de lugar, mucho más que un simple  esmalte de uñas.  Miré a Violeta con ojos de auxilio y susurré a su oído, apelando al alma bondadosa que latía debajo de esa piel de leona a la que invadieron su gruta:

-Está quebrada, quién sabe qué crisis arrastra... yo tengo tiempo -señalé el banquito que desocupé y la clienta se sentó presurosa y puso las manos sobre la toalla, mas atenta a su celular que a nuestros intercambios de miradas y comentarios en relación a su persona.

Violeta bajó la guardia pero protestó :
-Media ciudad tiene problemas y eso no les da el derecho a tratar mal a nadie...

La clienta no se dio por aludida y miró a Violeta con impaciencia, como preguntándole ¿qué esperás?

Mi manicura respiró hondo y contra todo lo previsto, se cruzó de brazos y solicitó, imperativa pero amablemente, con la firmeza de las decisiones irrevocables:
-Si querés que empiece... apagá el cigarrillo.

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Queridos autores:  la réplica de uno de nuestros persoajes a veces tiene el poder de desviar la historia, de darle fuerza, magia o misterio, de conducirla hacia finales dramáticos o hacia paraísos llenos de esperanza.  Con una de las réplicas más famosas de la historia del cine, el personaje que representa Bogart en Casablanca sella el destino de tres almas enamoradas:
-Vamos Ilsa... vé con Víctor, él te necesita, eres parte de su obra... sube con él a ese avión.
-¿Y qué pasará con nuestro amor?
-"Siempre nos quedará París" -responde el personaje- y determina así el final de una historia que hasta último momento, NADIE, ni director, ni actores... sabía como iría a terminar.

¿Quién aporta al blog algún ejemplo (propio o de la literatura, teatro o cine universal) donde figure alguna réplica memorable de alguno de los personajes?

3 abr 2015

Tip 50: Un escritor ordenado

Entré al local de sopetón, intespestivamente y casi rogué:
-Necesito "hacerme las manos" antes del Seder... por favor.

Violeta me miró como si estuviera frente a un fantasma, se puso de pie de un salto y me dió un abrazo que expresó mas que un verso, mas que una rima... un abrazo de esos que -por su absoluta elocuencia- las palabras envidian.

-¿Pensaste que no vendría a decirte "Felicidades"?- dije parpadeando con fuerza para contener la humedad que sentí agolparse en mis ojos.

-Si...eso creí. 

Una clienta desagradable y gruñona, no mitigó evidenciar su disgusto ante la interrupción del servicio de manicuría que Violeta le estaba brindando y acotó en alta voz -como si no lo supiéramos- que faltaban pocas horas para la cena de Pascua Judia y que no tenía un minuto que perder.

Violeta se ubicó a desgano en su silla de trabajo, frente a la clienta que extendía unas manos redorguetas y urgentes.  Me miró de reojo con sus ojos-aceituna que sabían hablar y mientras abría un esmalte  ordinario  de color dorado chillón que combinaba perfecto con el burdo aspecto de la mujer que exigía el servicio, empecé a contarle.   Como un descargo, como una confesión, con un poco de verguenza, como una niña que no hizo bien las cosas, expliqué donde había estado, por qué no contesté sus llamados, cómo me dejé llevar por lo urgente, cómo -en definitiva- la vorágine de la vida cotidiana nos va desdibujando lo importante.   ¿Cómo fue que -viviendo en la misma cuadra- durante sesenta jornadas no encontré un minuto para decirle "buenos días" a Violeta?  ¿Cómo no me hice un tiempo para contar nuestros avatares en el blog?

La clienta por fin se fue y yo me senté en el banquito como solía hacerlo una vez por semana.   Cerré los ojos y logré aguzar los otros sentidos.  Pude escuchar la melodía de fondo y percibir el aroma del sahumerio.  Inmersa en la paz del local y en la armonía de la amistad,  horas antes de la cena de Pesaj,  sentí que todo volvía a estar en orden.
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Queridos autores:  la cena de Pascua Judía, conocida con el nombre de Seder, no es una comida cualquiera.  Está absolutamente reglada, tiene sus tiempos estipulados (muuuuy largos por cierto)  un plato que debe contener estrictamente lo que dice la tradición, una silla que debe quedar vacía, una historia por recordar y contar, unas canciones que se deben entonar y un libro ("Hagadá") que se debe leer.  La palabra Seder -que en hebreo significa "orden"- es una inmensa metáfora del orden que a veces debemos poner en nuestras vidas e ideas.

Aunque parezca lo contrario, en la vida de un escritor, el "orden" tiene un protagonismo determinante.  Podemos tener las mejores ideas acosando nuestro cerebro y nuestro corazón durante meses pero sólo se transformarán en un escrito cuando las volquemos efectivamente en el papel. "Escribir" es "comenzar a ordenar nuestras ideas y ocurrencias" de forma tal, que un otro las comprenda.  "Ordenar" es poder tender un hilo invisible y coherente que de sentido a nuestra historia. "Orden" para un escritor,  es sentarse en una silla frente al computador y escribir, plasmar y corregir en él hasta el cansancio, pero por sobre todo, encontrar la perseverancia y la constancia para transformar la escritura en un hábito diario.  
Felices Pascuas y Jag Pesaj Sameaj!

31 ene 2015

Tip 49: Personificación

"Desde que llegó a mi vida no tengo mas problemas.  Como por arte de magia, todo se soluciona:  ya no hay cables sueltos, ni cuadros torcidos ni estantes a punto de caer ni cajones que se desarman. Gracias a "él", pego en un instante todo aquello que se suelta y ya no siento que los objetos me miran  burlones, como diciendo: "sola no podés, necesitás un marido para mantener en pie una casa".

La clienta narraba sus avatares domésticos con patetismo simpático, casi feliz de ser la protagonista de un entorno que se le caía abajo cinco o seis veces al día y ella volvía a acomodar.

Mientras Violeta le pintaba las uñas de un color beish muy natural ("para que no se note si se corre el esmalte, porque todo el día estoy atando cordones de zapatillas y preparando mochilas") yo esperaba mi turno escuchando con resignado interés, a una clienta que eligió mandar a freír churros a un marido infiel y pilotear sola entre los nubarrones de tormenta de un hogar sin figura paterna y tres niños en edad escolar.

-No entiendo cómo tenés tiempo de venir a hacerte las manos... -insinuó Violeta con desconfianza, poniendo a prueba a esa mujer maravilla moderna.

-No tengo- fue la respuesta inmediata-.  Ni tiempo ni dinero.  Pero necesitaba desesperadamente volver a sentirme por un ratito... "mujer".  Además... en realidad vine por ésto, mirá -señaló algo oscuro en sus dedos, con un soplo de preocupación-.  No puedo  quitarme estas manchas... ¿tenés idea de qué son y con qué pueden salir?
Violeta la miró por sobre los anteojos y escupió el diagnóstico.
-Cemento de contacto -gruñó-. Es tóxico y difícil de sacar ¡te va a arruinar las manos!  Hacelo desaparecer de tu casa -aconsejó-.
Pero su sugerencia fue rechazada con énfasis categórico:

-¡No pienso abandonarlo!  Es fuerte, hace bien las cosas y hasta tiene un olor que me embriaga. Mi vida es otra desde que lo conocí.

Violeta revoleó los ojos como expresando  "es tu problema" y empezó a quitar las manchas de la piel de la clienta, con un líquido dudoso de índole mas intensa y vil  que la mismísima acetona.

Y yo -qué incurable- me quedé aferrada a las palabras de esa mujer que utilizó tan bien la figura literaria de la personificación para referirse al pegamento casi como si fuera un príncipe azul:  "Desde que llegó a mi vida, no tengo más problemas...  Es fuerte, hace bien las cosas y hasta tiene un olor que me embriaga".
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A ver, autores... ¿quién aporta al blog un relato breve donde se PERSONIFIQUE una cosa, un vegetal o animal y se le atribuyan características humanas?