Violeta delineaba con minuciosidad de artista el contorno de una rosa en cada uña de una clienta algo snob, mientras la conversación entre las seis mujeres que se ajustaban en el minúsculo recinto de la manicuría- giraba en torno a recetas para la cena de Rosh Hashaná.
De pronto, un comentario se impuso con autoridad sobre todos los demás. Quedó flotando en el aire, generó un respetuoso silencio y se adjudicó el derecho de sobreponerse a la importancia del menú de las Fiestas Judías.
La clienta algo snob justamente, le había comentado a Violeta en tono bajo, pero suficientemente audible para todas:
-"Odio la cena de Rosh Hashaná".
La lapidaria frase generó curiosidad general, asombro en algún caso e insólita empatía en dos clientas, que asintiendo con un rictus de mal recuerdo, aseguraron "yo también", despertando aún mas asombro y curiosidad en el resto.
Violeta entonces -la única con autoridad suficiente como para dar la palabra en ese reinado- detectó una de esas situaciones tan femeninas que se dan en vestuarios o peluquerías, donde varias desconocidas comparten durante un rato intimidades como si se conocieran de toda la vida, y efectuó la pregunta disparadora:
-¿Qué pasó?
Esas palabras, fueron para la clienta snob como una tabla de surf hacia la catarsis y el desahogo.
"Sucedió antes de comer el tercer plato, después del guefilte fish con jrein y de los barénikes con cebollita. Lo recuerdo bien porque Amít -mi hijo que ya cumplió los quince- tenía entonces nueve años y poca paciencia para las cenas tan largas. Por eso, después de probar las bolas de pescado y devorar sin pausa dos platos de barénikes lamiendo la crema del plato, cruzó los brazos sobre el mantel y se durmió profundamente justo cuando llegaban las bandejas con carne y pollo.
Mi madre apoyó con orgullo la fuente de horno donde relucía su especialidad indiscutida, que la ubicaba en el podio de las mejores amas de casa judías: un pastrami entero de color marrón-bordó brillando en su jugo, macerado durante días y cocinado al fuego lento de las verdaderas delicias.
Ese plato era la estrella de la noche, pero ese año... fue mas bien un meteoro.
La cuñada de mi madre -relató la clienta mientras observaba las diez rosas-miniaturas perfectas que Violeta terminó de dibujar- abalanzó su tenedor y pinchó un trozo del manjar más esperado del año. Al probar el primer bocado y masticando despacio con aires de evaluación, sentenció "en broma" -como jura hasta hoy día- lo que sonó como una declaración de guerra:
-Está mas dura que otros años.
La respuesta de su marido -hermano dilecto de mi mamá- no se hizo esperar, recordó la clienta: "Ni aunque vivas mil años -retrucó- podrás cocinar una carne así de blanda". A lo cual -herida en su honor de idishe mame- mi tía replicó asociando esa blandeces con la hombría de él y cinco minutos después, cada pariente tomó cartas en el asunto, injuriando, gritando a alarido pelado y sacando a luz los trastos mas sucios del bagaje familiar".
La clienta se puso de pie y yo me apuré a ocupar el banquito que dejó libre. Mientras pagaba, haciendo malabares para que no se corra la pintura de las rosas, apuró el final:
"El griterío despertó a Amit y lo que vió, lo despabiló por completo: dos primas lloraban por pertenecer a esa tribu de cizañeros, la familia de mi hermano amenazaba con irse antes del postre y mi madre vociferaba que todos se habían "cagado" en su esfuerzo por preparar esa cena festiva. Yo intentaba aplacar la tormenta alabando al famoso pastrami y rogándoles que no empezaráramos el año a los bifes cuando, en medio del barullo, se escuchó la voz clara de Amit, que preguntó con real curiosidad:
-¿¡Que pasó mientras dormía?!
Eso provocó la hilaridad general y salvó un poco la noche -finalizó ya casi saliendo-. Cada año repite la pregunta en el medio de la cena de Rosh Hashaná y hasta hoy día, todos nos miramos, sonreímos, evadimos el tema y nadie pero nadie, le ofrece una respuesta".
Violeta tomó una lima y mientras la emprendía con mis manos, descalificó la historia de la clienta snob -muy poca cosa para su espíritu de telenovela y su expectativa de policial barrial- y dio el pie para seguir con las recetas:
-¿Qué contó? ¿Una rencilla entre cuñadas?
Hubiera contado la receta del pastrami...
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En las películas y novelas dramáticas, las grandes crisis o peleas, las tremendas dicusiones o los divorcios, en general son causados por detonantes muy específicos, triviales, puntuales e incluso olvidables, que en otras circunstancias no hubieran generado mas que una leve incomodidad, pero en ese determinado contexto, eclosionan. Son conocidos como "la gota que rebalsa el vaso" y actúan como metáfora de una situación explosiva contenida, que busca una grieta para detonar, desatando así el conflicto
En " El amor en los tiempos del cólera", García Marquez describe con mágica pericia, el cotidiano avatar que casi termina con el sólido matrimonio compuesto por el exitoso Dr. Juvenal Urbino y la expeditiva Fermina Daza. "Olvidaste poner jabón en el baño" -dijo el Doctor una mañana-. Fermina lo negó rotundamente... ¿Ella, olvidar algo? Durante meses, ninguno dio el brazo a torcer y años mas tarde, hijos y nietos aún evitaban recordar si efectivamente había o no... jabón en el baño.
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A ver, autores... ¿quién hace "click" en comentarios y aporta al blog una historia donde una gran debacle (familiar, social, escolar, barrial) comience con un mínimo incidente?
¿Siempre quisiste escribir? Llegaste al sitio indicado. En los posts mas antiguos, encontrarás ANECDOTAS, ENSEÑANZAS LITERARIAS (Tips) y EJERCICIOS, muchos de ellos ambientados en la escenografía íntima de un pequeño Salón de Belleza en un barrio pintoresco de Israel. Y en los últimos posts: relatos destacados de escritores contemporáneos que brillan en los Talleres. Bienvenidos a Nace un Autor: un viaje al corazón de tu impulso creativo.
3 sept 2014
31 jul 2014
Tip 42: Treguas
La conversación en la manicuría de Violeta -en uno de estos días turbulentos que opacan el verano isralí- giraba en torno a la necesidad imperiosa, casi animal, de una tregua. Una clienta, que había destrozado sus uñas mordiéndolas frente a la pantalla del televisor mientras miraba las noticias de esa guerra que se impuso como un tsunami sorpresivo y voraz, comentó algo que derivó la conversación hacia preocupaciones mas filósoficas y universales:
-Todo el año quiero huir de la rutina... y hoy deseo volver a ella desesperadamente.
Lo expresó con tanta vehemencia y angustia, que generó un silencio inmediato entre las mujeres presentes. Es como si hubiera confesado, de pronto: "Todo el año mi vida es una ciénaga... pero esta ronda de tensión y muerte es mucho mas intolerable aún".
Violeta, que en vano intentaba limar esas uñas devastadas por los nervios, elevó la vista de su tarea y la miró con pena. Luego desvió su mirada hacia mi, como pidiendo aprobación, y entonces le soltó la verdad cruda, sin anestesias, señalando esos dedos deformes:
-No hay esmalte que pueda arreglar ésto... te estás haciendo daño-. Y remató: -Esto no empezó con la guerra. La que necesita una tregua sos vos.
La clienta se retiró como un ánima y cuando desapareció de la vista, el cotorreo recomenzó, se sucedieron los ejemplos y las anécdotas, cada mujer relató uno o mas paréntesis, treguas, parates, frenos, espacios, oasis, que la vida impone o que nos imponemos para tomar aire un ratito, para arribar al claro en el bosque, para dejar de ahogarnos, para retomar fuerzas o simplemente, para detenernos un momento a mirar una rosa o a escuchar con verdadera atención a un niño... hasta la próxima sirena de alarma.
....................................................................................................................
Queridos autores: en muchas historias y películas, los personajes comienzan siendo "perdedores" (sufrientes, tensos, angustiados, fracasantes) y de pronto logran dar vuelta esa situación y triunfar, enamorarse, sentirse mejor, salir del pozo y hacerle "pito catalán" a un destino de contratiempos.
En otras historias sin embargo, los personajes empiezan trastabillando en un camino pedregoso, aburrido y ruin, hasta que se topan -de pronto- con un atajo verde con frutos sabrosos... un oasis de felicidad y calma (por ejemplo, en la lograda novela de Mario Benedetti "La Tregua"). Pero... en un lapso razonable pero corto, el atajo se termina y -cíclicamente- el personaje se enfrenta de vuelta con su realidad anterior, oscura, patética y rutinaria, desahuciada y sin sentido.
Quién aporta al blog un breve relato donde el personaje elegido... disfrute del efímero alivio de "una tregua" en su vida gris?
-Todo el año quiero huir de la rutina... y hoy deseo volver a ella desesperadamente.
Lo expresó con tanta vehemencia y angustia, que generó un silencio inmediato entre las mujeres presentes. Es como si hubiera confesado, de pronto: "Todo el año mi vida es una ciénaga... pero esta ronda de tensión y muerte es mucho mas intolerable aún".
Violeta, que en vano intentaba limar esas uñas devastadas por los nervios, elevó la vista de su tarea y la miró con pena. Luego desvió su mirada hacia mi, como pidiendo aprobación, y entonces le soltó la verdad cruda, sin anestesias, señalando esos dedos deformes:
-No hay esmalte que pueda arreglar ésto... te estás haciendo daño-. Y remató: -Esto no empezó con la guerra. La que necesita una tregua sos vos.
La clienta se retiró como un ánima y cuando desapareció de la vista, el cotorreo recomenzó, se sucedieron los ejemplos y las anécdotas, cada mujer relató uno o mas paréntesis, treguas, parates, frenos, espacios, oasis, que la vida impone o que nos imponemos para tomar aire un ratito, para arribar al claro en el bosque, para dejar de ahogarnos, para retomar fuerzas o simplemente, para detenernos un momento a mirar una rosa o a escuchar con verdadera atención a un niño... hasta la próxima sirena de alarma.
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Queridos autores: en muchas historias y películas, los personajes comienzan siendo "perdedores" (sufrientes, tensos, angustiados, fracasantes) y de pronto logran dar vuelta esa situación y triunfar, enamorarse, sentirse mejor, salir del pozo y hacerle "pito catalán" a un destino de contratiempos.
En otras historias sin embargo, los personajes empiezan trastabillando en un camino pedregoso, aburrido y ruin, hasta que se topan -de pronto- con un atajo verde con frutos sabrosos... un oasis de felicidad y calma (por ejemplo, en la lograda novela de Mario Benedetti "La Tregua"). Pero... en un lapso razonable pero corto, el atajo se termina y -cíclicamente- el personaje se enfrenta de vuelta con su realidad anterior, oscura, patética y rutinaria, desahuciada y sin sentido.
Quién aporta al blog un breve relato donde el personaje elegido... disfrute del efímero alivio de "una tregua" en su vida gris?
12 jul 2014
Tip 41: Interrupciones
El pie izquierdo, metido dentro de la palanganita de agua tibia.
El derecho, estaba siendo pulido meticulosamente por las manos expertas de Violeta, que limó uñas, suavizó asperezas y lo masajeó con distintas capas de unguentos exfoliantes y cremas hidratantes, cual si yo fuera una gueisha del emperador (en lugar de una jardinera con ínfulas de escritora). Una vela con aroma a sándalo perfumaba el pequeño recinto. De fondo, sonaban como una caricia la voz y el piano del israelí Idan Raichel. Cerré los ojos y vi su aspecto tan particular en "Sueños de Otros", el video de la canción que escuché tantas veces... Lo vi con sus rastas y su vestuario holgado tipo beduino, arrastrando el paso como si barriera conflictos con su andar musical y dejando un manto de amistad en su huella.
Espié por el rabillo del ojo. Violeta me estaba pintando la tercera uña del pie de un tono lila de verano. Entonces la escuchamos. La sirena de alarma, con su ulular tan particular, que asciende y desciende. La mente respondió de inmediato a las instrucciones de la Guardia Civil: en Ramat Gan -periferia de Tel Aviv- hay 1 minuto 45 segundos para llegar a un lugar seguro. Pero la modorra en la que estaba sumido mi cuerpo no hizo caso.
Mi manicura se incorporó de inmediato.
-Hay un refugio en el edificio de al lado- indicó con firmeza- Bajemos ya. Dos clientas que aguardaban su turno obedecieron sin discutir. Violeta estaba por salir, cuando leyó en mi expresión de relajo que no tenía la mínima intención de levantarme y salir corriendo con un pie mojado y medio pie recién pintado.
Se detuvo en seco y giró hacia mí.
-Vos...-me apuntó con dedo amenazador- vos seguro que estás entre el grupo de idiotas que mandan mensajitos de teléfono cuando manejan y contestan el celular en medio de la autopista ¿no?
No entendí adonde quería llegar pero me molestó lo que dijo.
-¡Mentira! Cuando manejo tengo silenciado el teléfono, qué me atacás...
-¿Entonces? Esto es lo mismo. La decisión cotidiana, el instante que puede cambiarlo todo para siempre. ¿Contesto el celular? ¿Bajo al refugio? ¿Vas a seguir pensando? Nos quedan todavía 50 segundos... ¿Bajamos o seguimos discutiendo?
Mi manicura cruzó los brazos y se plantó firme enfrente de mi, los ojos verdes echando chispas y rizos entrecanos cayendo violentos sobre su frente. La sirena me taladraba el oído, la conciencia y el corazón. Me puse unas ojotas torpemente.
-¡Qué desastre, mirá! -señalé mientras bajábamos a los apurones las escaleras del refugio del edificio vecino. ¡Vas a tener que pintarme las tres de vuelta! Se corrió el esmalte...
............................................................................................................
Queridos autores: a veces en los Talleres nos preguntamos ¿cómo desatar el conflicto en una historia?
Una forma efectiva, puede ser a través de la interrumpción de un momento pastoral. Comenzamos describiendo o mostrando (si es una escena) un momento de mucha paz, armonía o felicidad, que abruptamente SE CORTA por una llamada, unos golpes, un grito... una sirena. Ese CONTRASTE, desata el conflicto: ¿qué pasó, qué hacer? ¿Quién aporta al blog un lindo ejemplo?
El derecho, estaba siendo pulido meticulosamente por las manos expertas de Violeta, que limó uñas, suavizó asperezas y lo masajeó con distintas capas de unguentos exfoliantes y cremas hidratantes, cual si yo fuera una gueisha del emperador (en lugar de una jardinera con ínfulas de escritora). Una vela con aroma a sándalo perfumaba el pequeño recinto. De fondo, sonaban como una caricia la voz y el piano del israelí Idan Raichel. Cerré los ojos y vi su aspecto tan particular en "Sueños de Otros", el video de la canción que escuché tantas veces... Lo vi con sus rastas y su vestuario holgado tipo beduino, arrastrando el paso como si barriera conflictos con su andar musical y dejando un manto de amistad en su huella.
Espié por el rabillo del ojo. Violeta me estaba pintando la tercera uña del pie de un tono lila de verano. Entonces la escuchamos. La sirena de alarma, con su ulular tan particular, que asciende y desciende. La mente respondió de inmediato a las instrucciones de la Guardia Civil: en Ramat Gan -periferia de Tel Aviv- hay 1 minuto 45 segundos para llegar a un lugar seguro. Pero la modorra en la que estaba sumido mi cuerpo no hizo caso.
Mi manicura se incorporó de inmediato.
-Hay un refugio en el edificio de al lado- indicó con firmeza- Bajemos ya. Dos clientas que aguardaban su turno obedecieron sin discutir. Violeta estaba por salir, cuando leyó en mi expresión de relajo que no tenía la mínima intención de levantarme y salir corriendo con un pie mojado y medio pie recién pintado.
Se detuvo en seco y giró hacia mí.
-Vos...-me apuntó con dedo amenazador- vos seguro que estás entre el grupo de idiotas que mandan mensajitos de teléfono cuando manejan y contestan el celular en medio de la autopista ¿no?
No entendí adonde quería llegar pero me molestó lo que dijo.
-¡Mentira! Cuando manejo tengo silenciado el teléfono, qué me atacás...
-¿Entonces? Esto es lo mismo. La decisión cotidiana, el instante que puede cambiarlo todo para siempre. ¿Contesto el celular? ¿Bajo al refugio? ¿Vas a seguir pensando? Nos quedan todavía 50 segundos... ¿Bajamos o seguimos discutiendo?
Mi manicura cruzó los brazos y se plantó firme enfrente de mi, los ojos verdes echando chispas y rizos entrecanos cayendo violentos sobre su frente. La sirena me taladraba el oído, la conciencia y el corazón. Me puse unas ojotas torpemente.
-¡Qué desastre, mirá! -señalé mientras bajábamos a los apurones las escaleras del refugio del edificio vecino. ¡Vas a tener que pintarme las tres de vuelta! Se corrió el esmalte...
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Queridos autores: a veces en los Talleres nos preguntamos ¿cómo desatar el conflicto en una historia?
Una forma efectiva, puede ser a través de la interrumpción de un momento pastoral. Comenzamos describiendo o mostrando (si es una escena) un momento de mucha paz, armonía o felicidad, que abruptamente SE CORTA por una llamada, unos golpes, un grito... una sirena. Ese CONTRASTE, desata el conflicto: ¿qué pasó, qué hacer? ¿Quién aporta al blog un lindo ejemplo?
8 jul 2014
Tip 40: Pasiones
Violeta fumaba un cigarrillo en
la entrada de la manicuría. Fingiendo apuro, bajé del auto sin levantar
la mirada y busqué las llaves de casa en la cartera con estudiada minuciosidad. Su voz me llegó desde atrás y atravesó mi nuca como una flecha:
-Gratis. Si venís ahora te atiendo gratis.
Giré ciento ochenta grados, la miré entornando los ojos y mi enojo
se disipó en un instante, como cuando salimos de un tramo de niebla y divisamos
por fin, otra vez, las líneas claras del camino.
-No sólo discutí con vos a causa del Mundial... -confesé al abrigo
de ese espacio femenino tan íntimo que mezclaba el aroma de sahumerio con el
conocido olor a acetona y esmaltes-. Violeta levantó la vista de mis uñas, irguió la espalda y clavó su mirada verde aceituna directo en mis ojos, intrigada.
-El domingo hubo una reunión de consorcio- proseguí. Y todo
empezó, cuando una vecina amarga levantó la mano y pidió incluir el
tema "Ruidos Molestos" en el orden del día. Vi con horror como
la ronda de vecinos asentía lenta y acusadoramente, dirigiendo sus miradas
hacia mí... hasta que uno abrió la boca y desató la catarata de quejas.
-¡Hay momentos en que todo el edificio tiembla!
-¿Por qué gritan de pronto, como desaforados?
-¡Parecen una tribu de indígenas!
-Hay noches enteras en las que mi mujer no puede dormir...
-Esta semana golpearon las paredes y se escucharon incluso
alaridos
-Estamos preocupados -resumió un señor que hasta entonces me había
parecido el único vecino coherente-
Y soltó la pregunta que toda esa chusma quería formular:
-¿Está pasando algo en el seno familiar...?
Sonreí y los miré con picardía, como si fuera obvio:
-Es por el Mundial... -empecé a decir- buscando consenso, suspiros
de alivio o comprensión inmediata. Pero me encontré con miradas de acero.
Entonces, me esforcé por ser mas explícita y dejé hablar a mi corazón:
-Los alaridos surgen irrefrenables de las gargantas durante las
definiciones por penales... no importa de qué país... un momento así hace
vibrar una montaña. Los golpes en las paredes fueron cuando Costa Rica le
perdió a Holanda después de dejar el alma! en la cancha ¿cómo no
patalear de bronca junto a esos hermanos latinos? El llanto fue
porque ¡le rompieron la espalda a Neymar! El chico, ese indio iluminado, el
semidiós brasuca... ¡no podrá jugar la semifinal! Las lágrimas mojaron todo Brasil como una inmensa catarata... ¿como frenarlas?
Y cuando el edificio tembló... (ahí tembló también mi voz)
cuando la Tierra se abrió y de ella surgió un
pedestal con la figura de Messi elevándose desde las entrañas de la gloria...
¡fue por ese gol mágico en el minuto 91 que le dió la victoria a Argentina! ¿Se puede silenciar la FELICIDAD pura?
Violeta meneó la cabeza divertida, incrédula.
-¿Así les hablaste? ¿Y cómo reaccionaron?
-No te imaginás: demudados. Sus comisuras de los
labios estaban fijas en un rictus amargo y mi espontánea alocución no generó
ninguna empatía, por el contrario: noté que los vecinos retrocedían casi imperceptiblemente un pasito hacia atrás, agrandando la rueda, como si yo fuera
una insana de la que se quieren alejar. Finalicé disculpándome
suavemente, con un hilo de voz: -Mañana a las once de la noche, Argentina juega la semifinal
contra Holanda...
Sonó como una amenaza. Y el responsable del consorcio disparó en palabras lo que pensaban todos los demás:
-Después de las once de la noche está prohibido HACER RUIDO.
Te vas a encontrar con la policía.
Los miré como a insectos. Pensé explicarles que los polícias
del móvil que recorre el barrio, conversan conmigo de fútbol cada mañana con la misma pasión y que
apostaron cinco sueldos a que Argentina llegue a la final. Pero desistí: las pasiones no se explican, Violeta: se viven con
el alma, el sexo, la garganta y el corazón. O no se viven.
Mi manicura observó satisfecha mis uñas recién arregladitas y
relucientes. Y antes de darles la pintadita final, preguntó con su estilo
práctico y realista, ese que tanto la diferencia de mí: -Y mañana... ¿la Semifinal? ¿Te vas a arriesgar a que te
jodan en medio del...
-NO, está decidido. La veremos en las pantallas gigantes de la playa.
Y el próximo Mundial, te lo firmo: o me mudo de edificio, o viajo a verlo a la Argentina...
Y el próximo Mundial, te lo firmo: o me mudo de edificio, o viajo a verlo a la Argentina...
......................................................................................................
Queridos autores: en una sociedad, una familia, un grupo
de amigos o una pareja, las pasiones pueden ser contagiosas... o tornarse un
fastidio. Quién aporta al blog un pequeño episodio donde el protagonista
sea... UNA PASIÓN?
14 jun 2014
Tip 39: Clímax o "Minuto de Gloria"
"Saltó como si tuviera resortes en los pies. Su cabeza estaba posicionada mas alto que la de otros jugadores pero en el instante crucial, comprobó que no podría rozar la pelota porque la curvatura no había sido la suficiente y el balón caería casi dos metros mas adelante. Entonces, la decisión fue instintiva, animal: Van Persie impulsó su cuerpo en el aire, horizontalmente, como si el área fuese una piscina y dio un salto de nadador, de águila que se arroja en picada. Logró rozar la pelota con el costado derecho del cráneo, desviándola hacia el arco enemigo en un ángulo tan preciso y sorpresivo, que descolocó al arquero mas famoso del mundo y provocó un rugido de euforia que sacudió el estadio. ¡Si hasta me pareció ver -en el globo terráqueo que adorna mi biblioteca- que el contorno de Holanda latía y brillaba, era un corazón entre los demás países! Aterrizó en el pasto con pecho, vientre y sonrisa de delfín. Y cuando espió de reojo la hazaña, al arquero impotente y a la hinchada estridente, besó el pasto de la gloria de ese primer gol de Holanda en el mundial y supo que iban a hablar de él, que estaría en todos los titulares.
Supo, que ese gol pasaría a la historia".
Terminé de contar con agitación y un entusiasmo que no logré contagiar a Violeta. Mi manicura me miraba en silencio con impaciencia y un dejo de preocupación.
-¿Qué pasa?- reaccioné a la defensiva- ¿dije algo malo?
-¡Para nada!- su tono irónico-sarcástico no se hizo esperar-. Solo estás relatando partidos de fútbol desde que entraste, tus uñas se secaron hace cinco minutos y yo esperando que liberes el banquito para poder seguir atendiendo a esta gente- indicó, mientras señalaba a dos señoras de aspecto muy "snob" que parecían venidas de otro barrio.
-¡Perdón! -me levanté de un salto- No había notado que entraron clientas, ya me voy... Anotame para el viernes próximo, please -solicité ya saliendo y expliqué, intentando quedar simpática:
-Antes del partido "Argentina-Irán", es fun-da-men-tal que me pintes las uñas de celeste y blanco...
Violeta ni me miró y respondió con un anuncio terminante:
-No hay turnos hasta que termine el Mundial -informó sin siquiera abrir la agenda. Y se dedicó a hablar con la señora pituca, que empezó a contarle el origen de cada anillo que llevaba en sus dedos gastados.
Me alejé de la manicuría ofuscada y tomé una decisión: No volvería a pisar jamás ese antro feminista y banal, donde se valoraba mucho más una receta de tarta para Shavuot... que un golazo de Van Persie.
...................................................................................................
Queridos autores: ¿quién aporta al blog la descripción de "un minuto de gloria" de un personaje? ¿Se animan a narrar el momento exacto en que toca el cielo con las manos, se siente el rey del universo y le guiña un ojo a las estrellas del firmamento?
Supo, que ese gol pasaría a la historia".
Terminé de contar con agitación y un entusiasmo que no logré contagiar a Violeta. Mi manicura me miraba en silencio con impaciencia y un dejo de preocupación.
-¿Qué pasa?- reaccioné a la defensiva- ¿dije algo malo?
-¡Para nada!- su tono irónico-sarcástico no se hizo esperar-. Solo estás relatando partidos de fútbol desde que entraste, tus uñas se secaron hace cinco minutos y yo esperando que liberes el banquito para poder seguir atendiendo a esta gente- indicó, mientras señalaba a dos señoras de aspecto muy "snob" que parecían venidas de otro barrio.
-¡Perdón! -me levanté de un salto- No había notado que entraron clientas, ya me voy... Anotame para el viernes próximo, please -solicité ya saliendo y expliqué, intentando quedar simpática:
-Antes del partido "Argentina-Irán", es fun-da-men-tal que me pintes las uñas de celeste y blanco...
Violeta ni me miró y respondió con un anuncio terminante:
-No hay turnos hasta que termine el Mundial -informó sin siquiera abrir la agenda. Y se dedicó a hablar con la señora pituca, que empezó a contarle el origen de cada anillo que llevaba en sus dedos gastados.
Me alejé de la manicuría ofuscada y tomé una decisión: No volvería a pisar jamás ese antro feminista y banal, donde se valoraba mucho más una receta de tarta para Shavuot... que un golazo de Van Persie.
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Queridos autores: ¿quién aporta al blog la descripción de "un minuto de gloria" de un personaje? ¿Se animan a narrar el momento exacto en que toca el cielo con las manos, se siente el rey del universo y le guiña un ojo a las estrellas del firmamento?
11 jun 2014
Tip 38: Si introduzco un objeto...
-Mi hermano llegó hace diez días de Buenos Aires y me trajo de regalo algo insólito- conté apenas me senté en el banquillo "del sosiego", poniendo los pies en una palanganita con agua y ofreciendo mis manos de jardinera a Violeta, para que las transforme en las extremidades de una escritora digna.
Mi manicura me miró por sobre los anteojos reprobatoriamente y su flechazo crítico no se hizo esperar.
-NUNCA te gusta lo que te regalan. Obsequiarte algo es una MALA IDEA, que se le ocurre a algún desubicado con pésimo gusto... ¿no?
Bajé la vista y sonreí, reconociendo que tenía razón: Violeta ya parecía una integrante de mi familia y me criticaba como lo hacían ellos. De todos modos, insistí.
-¡Se apareció con unas tijeras! Flamantes, filosas y obviamente muy útiles pero ... ¿es lógico que un hermano que no ves hace un año te traiga de regalo unas tijeras? Se lo comenté sin vueltas:
-Me acabo de mudar... ¡necesito tantas cosas! ¿No podías traerme una bandeja o una hielera? Un mate, una alfombra ¡qué se yo! una caja de té, individuales, unos parlantes copados, algún cuadrito con aires de tango...
Pero ni se mosqueó.
"Son tijeras increíbles... casi mágicas" -aseguró con un toque de misterio. Y salió a correr por el parque Hayarkón hasta el Puerto de Tel Aviv, en malla, para desembocar en el mar, bañarse y volver corriendo hasta Ramat Gan.
Me quedé mirando las tijeras malhumorada y decidí no darles el honor de guardarlas en el cajón de la cocina reciclada de mi nueva casa -le confesé a Violeta-. Las arrojé con desdén en mi bolsito-kit de jardinera que llevo para hacer las huertas orgánicas con los chicos en las escuelas y me olvidé del asunto hasta la mañana siguiente, cuando un grito estridente estremeció al colegio de Herzlia donde estaba trabajando.
Estrené las tijeras "mágicas" rescatando a Alón, un nene de segundo grado que se enredó en la trampa de un arbusto de frambuesas. A partir de ahí, los tijeretazos precisos del regalo de mi hermano podaron ramas y raíces, transformaron remeras de invierno en musculosas de verano, forraron cuadernos, diseñaron maquetas, cortaron cables, pulieron astillas, emprolijaron flequillos, agujerearon macetas, abrieron latas imposibles, amenazaron a un borracho que se puso denso, transformaron una tarde de lluvia en una fiesta de "origami", reciclaron cajas de cartón... ¡¿entendés? Comprobé que una buena tijera es lo mas útil que hay ¡imaginate en un guión de cine! Puedo hacer que destruya evidencias, que recorte fotos comprometedoras, puede borre la barba de un sospechoso o defienda a la protagonista de un asesino...
Violeta levantó la vista de mis uñas ahora emprolijadas y -sin mucha paciencia- me preguntó de qué color iba a pintarlas.
Con las primeras pinceladas del "rosadito claro" que elegí, aseguró, como al pasar:
-Nunca esperes que te compre un regalo.
.........................................................................................
Queridos autores, al igual que los personajes de nuestros cuentos y guiones, si introducimos un objeto en nuestros relatos, éste TAMBIEN debe evolucionar. ¿Quién aporta al blog una historia donde un objeto "evolucione" y modifique, haga reaccionar o cambie la actitud de un personaje?
Mi manicura me miró por sobre los anteojos reprobatoriamente y su flechazo crítico no se hizo esperar.
-NUNCA te gusta lo que te regalan. Obsequiarte algo es una MALA IDEA, que se le ocurre a algún desubicado con pésimo gusto... ¿no?
Bajé la vista y sonreí, reconociendo que tenía razón: Violeta ya parecía una integrante de mi familia y me criticaba como lo hacían ellos. De todos modos, insistí.
-¡Se apareció con unas tijeras! Flamantes, filosas y obviamente muy útiles pero ... ¿es lógico que un hermano que no ves hace un año te traiga de regalo unas tijeras? Se lo comenté sin vueltas:
-Me acabo de mudar... ¡necesito tantas cosas! ¿No podías traerme una bandeja o una hielera? Un mate, una alfombra ¡qué se yo! una caja de té, individuales, unos parlantes copados, algún cuadrito con aires de tango...
Pero ni se mosqueó.
"Son tijeras increíbles... casi mágicas" -aseguró con un toque de misterio. Y salió a correr por el parque Hayarkón hasta el Puerto de Tel Aviv, en malla, para desembocar en el mar, bañarse y volver corriendo hasta Ramat Gan.
Me quedé mirando las tijeras malhumorada y decidí no darles el honor de guardarlas en el cajón de la cocina reciclada de mi nueva casa -le confesé a Violeta-. Las arrojé con desdén en mi bolsito-kit de jardinera que llevo para hacer las huertas orgánicas con los chicos en las escuelas y me olvidé del asunto hasta la mañana siguiente, cuando un grito estridente estremeció al colegio de Herzlia donde estaba trabajando.
Estrené las tijeras "mágicas" rescatando a Alón, un nene de segundo grado que se enredó en la trampa de un arbusto de frambuesas. A partir de ahí, los tijeretazos precisos del regalo de mi hermano podaron ramas y raíces, transformaron remeras de invierno en musculosas de verano, forraron cuadernos, diseñaron maquetas, cortaron cables, pulieron astillas, emprolijaron flequillos, agujerearon macetas, abrieron latas imposibles, amenazaron a un borracho que se puso denso, transformaron una tarde de lluvia en una fiesta de "origami", reciclaron cajas de cartón... ¡¿entendés? Comprobé que una buena tijera es lo mas útil que hay ¡imaginate en un guión de cine! Puedo hacer que destruya evidencias, que recorte fotos comprometedoras, puede borre la barba de un sospechoso o defienda a la protagonista de un asesino...
Violeta levantó la vista de mis uñas ahora emprolijadas y -sin mucha paciencia- me preguntó de qué color iba a pintarlas.
Con las primeras pinceladas del "rosadito claro" que elegí, aseguró, como al pasar:
-Nunca esperes que te compre un regalo.
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Queridos autores, al igual que los personajes de nuestros cuentos y guiones, si introducimos un objeto en nuestros relatos, éste TAMBIEN debe evolucionar. ¿Quién aporta al blog una historia donde un objeto "evolucione" y modifique, haga reaccionar o cambie la actitud de un personaje?
2 jun 2014
Tip 37: Miedos
-Me pasa justo en los días en que me siento mas feliz- confesó Violeta, en la intimidad de la manicuría que estaba desierta, café de por medio. Mis uñas ya se habían secado, pero yo no tenía apuro ni intención de irme: mi manicura-hermana-adoptiva en Israel estaba abriendo su corazón y eso no ocurría muy a menudo. La mujer que casi siempre escuchaba cabizbaja y asintiendo, soltando comentarios monosilábicos mientras pulía manos de clientas con prolija rigurosidad, hoy hablaba con énfasis y mirándome a los ojos, como inquiriendo algo al destino, como buscando una respuesta ¿tal vez de mi?
-Es como una ráfaga pasajera -continuó-. Como un viento que se levanta de pronto cuando estas en medio de un asado al aire libre y ves que empiezan a volar las servilletas, que se derrama todo el vino... Mirás al cielo y una nube amenaza con echarlo todo a perder... pero al final pasa de largo.
Violeta hizo una pausa. Noté, que buscaba desesperadamente las palabras exactas para describir su sensación.
-Hoy me pasó de vuelta: llegué contenta, después de un fin de semana fantástico. Estuvieron mis hijos, el mas chico -que se libera dentro de un mes- y el mas grande, con mi nuera y los mellizos. Abrí el local, miré la agenda... ¡bingo! todos los turnos asignados. La primera que tenía anotada era esa viejita que adoro, Tikva, te conté, una sabia con ojos de aurora, una santa. Y ví que la última eras vos... -me miró con ternura-. No podía empezar la semana mejor.
Mi manicura estaba evidentemente movilizada e hizo una pausa, bajó la vista. No me atreví a respirar.
-¿Te das cuenta? Cuando siento que la vida es hermosa y que todo está en marcha... llega el miedo. Me invade, me deja helada. Ya no puedo disfrutar. Miro el reloj, tensa... ¿donde estará el soldado? Y los mellizos de tres años ¿ya habrán llegado al jardín? Escuché que hubo un accidente en la autopista... Y mi marido, ese pan de Dios... cuando salí de casa seguía durmiendo ¿No es raro? ¿Y si no se despertó?-
Entiendo lo que siente. Ese fantasma inasible, la posibilidad de que todo se hunda en un instante, repentina e irremediablemente. "La insoportable levedad del ser" -lo tituló Kundera-. ¿Qué pasa si una de las piezas del pequeño engranaje que uno lubrica día a día se cae, se rompe, se pierde para siempre?
Ahora Violeta me mira sin ver, totalmente metida en su propio cuento de terror. Y sigue:
-El día se me arruinó, la nube negra que amenaza el asado está ahí, a punto de hacer un desastre.
Creí escuchar el teléfono y no quise atender. Miré hacia la puerta del local y me pareció que llegarían, con el anuncio tan temido... ¿le pasó algo al soldado? ¿A mi marido?
Cuando la puerta del local se abrió hoy a la mañana yo estaba temblando, ojos llorosos, esperando lo peor... Pero por suerte, la que entró fue Tikva. La viejita abrió grandes los ojos, pensando que pasé un fin de semana fatal. Me dijo Shavúa Tov (buena semana) y me aseguró que Ihié Beseder ("todo va a andar bien"). Así empecé el día... ¿te parece normal?
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La descripción de algún tipo de miedo, terror, pánico o fobia inexplicable a veces resulta MUY difícil. ¿Quién aporta al blog alguna narración donde el protagonista sea... el miedo?
-Es como una ráfaga pasajera -continuó-. Como un viento que se levanta de pronto cuando estas en medio de un asado al aire libre y ves que empiezan a volar las servilletas, que se derrama todo el vino... Mirás al cielo y una nube amenaza con echarlo todo a perder... pero al final pasa de largo.
Violeta hizo una pausa. Noté, que buscaba desesperadamente las palabras exactas para describir su sensación.
-Hoy me pasó de vuelta: llegué contenta, después de un fin de semana fantástico. Estuvieron mis hijos, el mas chico -que se libera dentro de un mes- y el mas grande, con mi nuera y los mellizos. Abrí el local, miré la agenda... ¡bingo! todos los turnos asignados. La primera que tenía anotada era esa viejita que adoro, Tikva, te conté, una sabia con ojos de aurora, una santa. Y ví que la última eras vos... -me miró con ternura-. No podía empezar la semana mejor.
Mi manicura estaba evidentemente movilizada e hizo una pausa, bajó la vista. No me atreví a respirar.
-¿Te das cuenta? Cuando siento que la vida es hermosa y que todo está en marcha... llega el miedo. Me invade, me deja helada. Ya no puedo disfrutar. Miro el reloj, tensa... ¿donde estará el soldado? Y los mellizos de tres años ¿ya habrán llegado al jardín? Escuché que hubo un accidente en la autopista... Y mi marido, ese pan de Dios... cuando salí de casa seguía durmiendo ¿No es raro? ¿Y si no se despertó?-
Entiendo lo que siente. Ese fantasma inasible, la posibilidad de que todo se hunda en un instante, repentina e irremediablemente. "La insoportable levedad del ser" -lo tituló Kundera-. ¿Qué pasa si una de las piezas del pequeño engranaje que uno lubrica día a día se cae, se rompe, se pierde para siempre?
Ahora Violeta me mira sin ver, totalmente metida en su propio cuento de terror. Y sigue:
-El día se me arruinó, la nube negra que amenaza el asado está ahí, a punto de hacer un desastre.
Creí escuchar el teléfono y no quise atender. Miré hacia la puerta del local y me pareció que llegarían, con el anuncio tan temido... ¿le pasó algo al soldado? ¿A mi marido?
Cuando la puerta del local se abrió hoy a la mañana yo estaba temblando, ojos llorosos, esperando lo peor... Pero por suerte, la que entró fue Tikva. La viejita abrió grandes los ojos, pensando que pasé un fin de semana fatal. Me dijo Shavúa Tov (buena semana) y me aseguró que Ihié Beseder ("todo va a andar bien"). Así empecé el día... ¿te parece normal?
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La descripción de algún tipo de miedo, terror, pánico o fobia inexplicable a veces resulta MUY difícil. ¿Quién aporta al blog alguna narración donde el protagonista sea... el miedo?
17 abr 2014
Tip 36: Climas
Mientras Violeta me pintaba las uñas de un dudoso color que -según ella- era el último grito de la moda primaveral, comentó con incredulidad:
-A partir de ahora y durante SEIS MESES, no va a caer una sola gota de lluvia.
-Este es un país con alma y ritmo de desierto... -completé, satisfecha por la metáfora que encontré para definir el fenómeno del clima en Israel. En cambio, el espíritu absolutamente literal de Violeta, gruñó:
-¿Qué querés decir con eso?
-Que la mitad de las personas acá, por ejemplo, ni siquiera se molesta en salir a la calle cuando llueve...
-¡Es cierto! -coincidió mi manicura-. Y agregó, con verdadero desconcierto rioplatense: -Hace cosa de un mes, por una lluviecita mínima que apareció sin mucho aviso, cinco clientas me cancelaron el turno, de siete que fijé... ¡Y sólo cayeron cuatro gotas! ¿Que harían si las sorprende una tormenta cada dos por tres, como en Buenos Aires?
-Ni lo menciones, Violeta... ¡Cómo extraño las noches de tormenta!
Mi afirmación quedó flotando en el aire. Violeta sonrió, se mordió el labio inferior, asintió con complicidad y su mirada quedó suspendida en el horizonte de noches memorables iluminadas por rayos y centellas, al arrullo de truenos lejanos.
.................................................................................
La lluvia, es un tema sumamente inspirador tanto en literatura como en el cine. ¿Cuántas películas de suspenso, cuentos y escenas inolvidables, transcurren bajo una llovizna pertinaz o un diluvio de noche de terror? Recuerdo -entre otros- el comienzo del cuento "El pasajero" de Manuel Mujica Láinez: "Esto sucedió un 31 de diciembre, aquél 31 de diciembre lluvioso y triste que usted recuerda, hace cinco años, el día de su enojo"
A ver autores... ¿quien se "despide" de la lluvia -esa bendición para Israel- hasta el mes de octubre, relatando un cuento muy breve, o un recuerdo o un poema o una reflexión, que la tenga como protagonista?
-A partir de ahora y durante SEIS MESES, no va a caer una sola gota de lluvia.
-Este es un país con alma y ritmo de desierto... -completé, satisfecha por la metáfora que encontré para definir el fenómeno del clima en Israel. En cambio, el espíritu absolutamente literal de Violeta, gruñó:
-¿Qué querés decir con eso?
-Que la mitad de las personas acá, por ejemplo, ni siquiera se molesta en salir a la calle cuando llueve...
-¡Es cierto! -coincidió mi manicura-. Y agregó, con verdadero desconcierto rioplatense: -Hace cosa de un mes, por una lluviecita mínima que apareció sin mucho aviso, cinco clientas me cancelaron el turno, de siete que fijé... ¡Y sólo cayeron cuatro gotas! ¿Que harían si las sorprende una tormenta cada dos por tres, como en Buenos Aires?
-Ni lo menciones, Violeta... ¡Cómo extraño las noches de tormenta!
Mi afirmación quedó flotando en el aire. Violeta sonrió, se mordió el labio inferior, asintió con complicidad y su mirada quedó suspendida en el horizonte de noches memorables iluminadas por rayos y centellas, al arrullo de truenos lejanos.
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La lluvia, es un tema sumamente inspirador tanto en literatura como en el cine. ¿Cuántas películas de suspenso, cuentos y escenas inolvidables, transcurren bajo una llovizna pertinaz o un diluvio de noche de terror? Recuerdo -entre otros- el comienzo del cuento "El pasajero" de Manuel Mujica Láinez: "Esto sucedió un 31 de diciembre, aquél 31 de diciembre lluvioso y triste que usted recuerda, hace cinco años, el día de su enojo"
A ver autores... ¿quien se "despide" de la lluvia -esa bendición para Israel- hasta el mes de octubre, relatando un cuento muy breve, o un recuerdo o un poema o una reflexión, que la tenga como protagonista?
13 abr 2014
Tip 35: El timing como tema
Esta vez, el que contaba la historia era un hombre. Si, había hombres que visitaban la manicuría de Violeta, se hacìan un tratamiento de pedicuría o le pedían que les lime las uñas de las manos. Era extraño verlos allí, yo tenía la sensación que desentonaban en ese ámbito adornado con esmaltes y pinzas de depilar. Sentía que cortaban la intimidad sencilla que procura la complicidad de género , pero en fin, allí estaba él, un cliente solterón pulcro bastante agraciado de unos 50 años, contando un desencuentro que se le antojaba advenedizo y fatídico.
-Cuando saco el perro a la mañana, antes de ir al trabajo, a veces tengo la suerte de encontrarme con una vecina que lleva del brazo a un mogólico- confió, mientras ponía sus pies en una palangana pequeña y se arremangaba los pantalones.
-Una persona con síndrome de Down, querrás decir- lo corrigió Violeta (lo que me gusta de mi manicura, es que no deja pasar ninguna expresión, aunque sea ingenua y bien intencionada, que sugiera una leve connotación despectiva)
-Si, si, tenés razón -se apuró a describir-: es un muchacho grandote de cara redonda, ojos achinados y edad indefinida. No tengo idea si tiene 15 años y es el hijo de esa vecina o si tiene 40 y es tal vez su hermano. Sea quien fuese, ella lo trata con especial dulzura y cariño. No existió rey en la historia que reciba una atención tan dedicada.
Violeta y yo sonreímos. Me gustó la hipérbole que utilizó el cliente, pero no dije nada para no cortar el hilo de la historia.
-Aparecen de repente -continuó- y nunca pude descubrir de qué edificio salen. Caminan despacio, tomados del brazo por mi calle angosta, saludando a los gatos de barrio y elogiando los malvones, hasta llegar a un taxi que espera al mogó... al muchacho -se corrigió rápido- puntualmente a las 7.15, todos los días en la esquina de la avenida.
Me gusta encontrarlos por la mañana: el día que los veo me siento bien predispuesto y empiezo la jornada feliz, por eso, hacía malabares para sacar el perro justo a las 7.15, buscando la oportunidad de hablar con la dulce vecina, pero nunca pasamos de un cordial "shalom" o una sonrisa protocolar.
Ayer, me acerqué mucho a ellos y mientras mi perro husmeaba cerca de unos tachos de basura, escuché con sorpresa y desagrado que ella le decía al taxista: "Mañana lo llevás por última vez. Nos mudamos al Sur, cerca de un Instituto excelente donde podrá desarrollar al máximo sus capacidades..."
Me quedé paralizado. Parece que mentalmente, yo me había armado todo un futuro con ella y había imaginado completar mi rompecabezas interno ¡por fin! con esas dos piezas: la mujer y el sujeto ése con síndrome de Down.
Entonces... segundos después del shock, registré que no todo estaba perdido. Intuí que ella habló demasiado fuerte al taxista ¿tal vez a propósito? ¿para que yo me diera por enterado? Mañana -pensé- (por hoy) a las 7 horas 15 minutos, cuando el taxi buscara al mogólico por última vez (miró a Violeta como disculpándose) yo abordaría a mi vecina. Preguntaria su nombre, averiguaría la vida que le había imaginado, le diría que me gusta el Sur de este país mucho mas que el centro, que amo la Aravá y los kibutzim plagados de florcitas rojas y amarillas en primavera ¡Pensé decirle tantas cosas!
El hombre en este punto hizo una pausa y clavó sus ojos en el agua turbia de la palangana, como buscando allí una respuesta. Violeta y yo lo miramos interrogantes, temiendo que por alguna razón, no fuera a continuar. De golpe, soltó el final casi escupiéndolo.
-Pero mi despertador no sonó. Misteriosa y burlonamente, por primera vez en años ¡no sonó!
Me vestí a las apuradas y corrí a la oficina, donde mi retraso causaría una serie de estragos vulgares, irrelevantes comparados con la magnitud de haber perdido la oportunidad... de conectar al posible amor de mi vida.
..................................................................................
A ver, autores... las oportunidades, siempre están relacionadas con un "buen timing" para no dejarlas pasar y poder aprovecharlas. ¿Quién aporta alguna buena historia relacionada con una magnífica oportunidad... perdida?
-Cuando saco el perro a la mañana, antes de ir al trabajo, a veces tengo la suerte de encontrarme con una vecina que lleva del brazo a un mogólico- confió, mientras ponía sus pies en una palangana pequeña y se arremangaba los pantalones.
-Una persona con síndrome de Down, querrás decir- lo corrigió Violeta (lo que me gusta de mi manicura, es que no deja pasar ninguna expresión, aunque sea ingenua y bien intencionada, que sugiera una leve connotación despectiva)
-Si, si, tenés razón -se apuró a describir-: es un muchacho grandote de cara redonda, ojos achinados y edad indefinida. No tengo idea si tiene 15 años y es el hijo de esa vecina o si tiene 40 y es tal vez su hermano. Sea quien fuese, ella lo trata con especial dulzura y cariño. No existió rey en la historia que reciba una atención tan dedicada.
Violeta y yo sonreímos. Me gustó la hipérbole que utilizó el cliente, pero no dije nada para no cortar el hilo de la historia.
-Aparecen de repente -continuó- y nunca pude descubrir de qué edificio salen. Caminan despacio, tomados del brazo por mi calle angosta, saludando a los gatos de barrio y elogiando los malvones, hasta llegar a un taxi que espera al mogó... al muchacho -se corrigió rápido- puntualmente a las 7.15, todos los días en la esquina de la avenida.
Me gusta encontrarlos por la mañana: el día que los veo me siento bien predispuesto y empiezo la jornada feliz, por eso, hacía malabares para sacar el perro justo a las 7.15, buscando la oportunidad de hablar con la dulce vecina, pero nunca pasamos de un cordial "shalom" o una sonrisa protocolar.
Ayer, me acerqué mucho a ellos y mientras mi perro husmeaba cerca de unos tachos de basura, escuché con sorpresa y desagrado que ella le decía al taxista: "Mañana lo llevás por última vez. Nos mudamos al Sur, cerca de un Instituto excelente donde podrá desarrollar al máximo sus capacidades..."
Me quedé paralizado. Parece que mentalmente, yo me había armado todo un futuro con ella y había imaginado completar mi rompecabezas interno ¡por fin! con esas dos piezas: la mujer y el sujeto ése con síndrome de Down.
Entonces... segundos después del shock, registré que no todo estaba perdido. Intuí que ella habló demasiado fuerte al taxista ¿tal vez a propósito? ¿para que yo me diera por enterado? Mañana -pensé- (por hoy) a las 7 horas 15 minutos, cuando el taxi buscara al mogólico por última vez (miró a Violeta como disculpándose) yo abordaría a mi vecina. Preguntaria su nombre, averiguaría la vida que le había imaginado, le diría que me gusta el Sur de este país mucho mas que el centro, que amo la Aravá y los kibutzim plagados de florcitas rojas y amarillas en primavera ¡Pensé decirle tantas cosas!
El hombre en este punto hizo una pausa y clavó sus ojos en el agua turbia de la palangana, como buscando allí una respuesta. Violeta y yo lo miramos interrogantes, temiendo que por alguna razón, no fuera a continuar. De golpe, soltó el final casi escupiéndolo.
-Pero mi despertador no sonó. Misteriosa y burlonamente, por primera vez en años ¡no sonó!
Me vestí a las apuradas y corrí a la oficina, donde mi retraso causaría una serie de estragos vulgares, irrelevantes comparados con la magnitud de haber perdido la oportunidad... de conectar al posible amor de mi vida.
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A ver, autores... las oportunidades, siempre están relacionadas con un "buen timing" para no dejarlas pasar y poder aprovecharlas. ¿Quién aporta alguna buena historia relacionada con una magnífica oportunidad... perdida?
9 abr 2014
Tip 34: Despecho o "Palabras que esconden temazos"
Qué palabrita... ¿no? Sólo escucharla y el corazón se frunce, la mente imagina una serie de desengaños y la razón se estremece.
"Despecho", es el título del cuento que Vera Luna eligió para leer en el Primer Encuentro de Lectura de trabajos propios, de los Talleres de Escritura Creativa del Instituto Cervantes de Tel Aviv (fotos)
El cuento -narrado con cómico patetismo y absoluta pericia- fue favorecido por el VOTO del PUBLICO presente y por eso, tengo el agrado y el placer de publicarlo en este espacio de creación literaria a partir de anécdotas de la vida cotidiana. ¡Felicitaciones a Vera!
DESPECHO
El apretó a su acompañante contra la cintura y yo, por el contrario, le solté violentamente la mano al mío. Mis sienes latían enloquecidas mientras el corazón galopaba huyendo de mi cuerpo, lejos de aquel momento fatídico donde la casualidad más negra nos puso a los dos frente a frente después de tanto tiempo.
"Despecho", es el título del cuento que Vera Luna eligió para leer en el Primer Encuentro de Lectura de trabajos propios, de los Talleres de Escritura Creativa del Instituto Cervantes de Tel Aviv (fotos)
![]() |
¡Gracias por haber participado! |
DESPECHO
por Vera Luna
Nos encontramos las dos parejas en las escaleras del restaurante. El aire se paralizó. Mi mente volaba, corría, se estampaba contra las paredes sin salida...
¿Qué hago ahora? ¿Qué hago?
El apretó a su acompañante contra la cintura y yo, por el contrario, le solté violentamente la mano al mío. Mis sienes latían enloquecidas mientras el corazón galopaba huyendo de mi cuerpo, lejos de aquel momento fatídico donde la casualidad más negra nos puso a los dos frente a frente después de tanto tiempo.
El azar era injusto conmigo. Me puso a mí debajo de la escalera: nunca es lo
mismo mirar hacia arriba. Desde el peldaño superior, él me vería más pequeña y
suplicante, como mirando a un santo.
Ellos se iban y para mi empezaba una noche terminada de antemano. Tendría que
hablar aunque quisiera callarme. Tendría que comer, a pesar de mis ganas incontenibles de
vomitar.
Ellos se iban... ¿A dónde? Tuve miedo que mis pensamientos tuvieran voz.
Ellos se iban... ¿A dónde? Tuve miedo que mis pensamientos tuvieran voz.
Presenté a mi pareja como quien informa de una medicina que no hace ni estragos
ni milagros, un paliativo para el aburrimiento. El en cambio, volteó hacia ella,
la apretó tan fuerte contra su pecho que sus rostros se rozaron, se miraron un
siglo y mientras tanto el mundo se detuvo bajo mis pies... hasta que pronunció su nombre: -Renata- dijo- y no hizo falta nada más.
Sin títulos. Con solo evocar su nombre
la desnudó, la besó, se arrancó la camisa, la tomó de la mano y echaron
a correr sin ropas ni vergüenza,
exhibiendo su amor recién estrenado.
Ella se dirigió a mí entornando los ojos como si intentara recordar algo que le
escapaba de la memoria: -Ah! ¿Entonces tú eres... Ana?-
Sentí que lo vió todo, hasta mis más intimas miserias. Me sentí transparente y
frágil como el cristal, ínfima, muerta de miedo y con unas ganas locas de
escapar del juicio que encerraba su sonrisa condescendiente.
No me atreví a parpadear. Mis ojos eran vasos repletos de agua colgados de mis pestañas. Temí que al menor movimiento se desataran las lágrimas sin poder detenerlas. Las sostuve, inmóvil, en un acto de malabarismo.
Dos minutos duró el encuentro. Me dio tiempo de morir y de querer matar...
La escuché murmurarle al oído mientras bajaban -La verdad es que me la imaginaba de otra manera...-
También, me sobró el tiempo para desear no haber nacido.
No me atreví a parpadear. Mis ojos eran vasos repletos de agua colgados de mis pestañas. Temí que al menor movimiento se desataran las lágrimas sin poder detenerlas. Las sostuve, inmóvil, en un acto de malabarismo.
Dos minutos duró el encuentro. Me dio tiempo de morir y de querer matar...
La escuché murmurarle al oído mientras bajaban -La verdad es que me la imaginaba de otra manera...-
También, me sobró el tiempo para desear no haber nacido.
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A ver, autores... según el diccionario de la Real Academia Española, "despecho" es el resentimiento causado por haber sufrido un desengaño. ¡Qué temazo para la literatura! ¿Quién cuenta otra historia de despecho, donde -emulando el final de Vera Luna- "sobre el tiempo para morir, querer matar y desear no haber nacido"?
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