9 abr 2014

Tip 34: Despecho o "Palabras que esconden temazos"

Qué palabrita... ¿no?   Sólo escucharla y el corazón se frunce, la mente imagina una serie de desengaños y la razón se estremece.

"Despecho", es el título del cuento que Vera Luna eligió para leer en el Primer Encuentro de Lectura de trabajos propios, de los Talleres de Escritura Creativa del Instituto Cervantes de Tel Aviv  (fotos)


¡Gracias por haber participado!
El cuento -narrado con cómico patetismo y absoluta pericia- fue favorecido por el VOTO del PUBLICO presente y por eso, tengo el agrado y el placer de publicarlo en este espacio de creación literaria a partir de anécdotas de la vida cotidiana.   ¡Felicitaciones a Vera!

DESPECHO
por Vera Luna
Nos encontramos las dos parejas en las escaleras del restaurante.  El aire se paralizó. Mi mente volaba, corría, se estampaba contra las paredes sin salida... ¿Qué hago ahora? ¿Qué hago?

El apretó a su acompañante contra la cintura y yo, por el contrario, le solté violentamente la mano al mío. Mis sienes latían enloquecidas mientras el corazón galopaba huyendo de mi cuerpo, lejos de aquel momento fatídico donde la casualidad más negra nos puso a los dos frente a frente después de tanto tiempo.

El azar era injusto conmigo. Me puso a mí debajo de la escalera:  nunca es lo mismo mirar hacia arriba. Desde el peldaño superior, él me vería más pequeña y suplicante, como mirando a un santo.

Ellos se iban y para mi empezaba una noche terminada de antemano. Tendría que hablar aunque quisiera callarme.  Tendría que comer, a pesar de mis ganas incontenibles de vomitar.
Ellos se iban... ¿A dónde? Tuve miedo que mis pensamientos tuvieran voz.

Presenté a mi pareja como quien informa de una medicina que no hace ni estragos ni milagros, un paliativo para el aburrimiento. El en cambio, volteó hacia ella, la apretó tan fuerte contra su pecho que sus rostros se rozaron, se miraron un siglo y mientras tanto el mundo se detuvo bajo mis pies... hasta que pronunció su nombre: -Renata- dijo- y no hizo falta nada más. Sin títulos. Con solo evocar su nombre  la desnudó, la besó, se arrancó la camisa, la tomó de la mano y echaron a correr  sin ropas ni vergüenza, exhibiendo su amor recién estrenado.

Ella se dirigió a mí entornando los ojos como si intentara recordar algo que le escapaba de la memoria:   -Ah! ¿Entonces tú eres... Ana?-
Sentí que lo vió todo, hasta mis más intimas miserias. Me sentí transparente y frágil como el cristal, ínfima, muerta de miedo y con unas ganas locas de escapar del juicio que encerraba su sonrisa condescendiente.
No me atreví a parpadear. Mis ojos eran vasos repletos de agua colgados de mis pestañas. Temí que al menor movimiento se desataran las lágrimas sin poder detenerlas. Las sostuve, inmóvil, en un acto de malabarismo.
Dos minutos duró el encuentro. Me dio tiempo de morir y de querer matar...
La escuché murmurarle al oído mientras bajaban  -La verdad es que me la imaginaba de otra manera...-
También, me sobró el tiempo para desear no haber nacido.
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A ver, autores... según el diccionario de la Real Academia Española, "despecho" es el resentimiento causado por haber sufrido un desengaño.  ¡Qué temazo para la literatura!  ¿Quién cuenta otra historia de despecho, donde -emulando el final de Vera Luna- "sobre el tiempo para morir, querer matar y desear no haber nacido"?

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Lo encontraron VIH positivo, que no me venga a llorar…
    Me dolia el estómago de rabia al verlos pasear por la rambla agarraditos de la mano. como dos pendejos.
    Cuarenta años vivimos juntos, tres hijos y dos nietos…. ¡Qué hijo de puta! ¿Dónde se fue el cariño…? ¿Alguna vez lo recriminé porque dejó de parársela? Yo siempre estaba dispuesta a acariciarlo y hacer todo lo que me pedía.
    ¡Pero parece que siempre le gusto eso de que se la den por atrás, maricón de mierda!

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  3. Trofeo

    No suelo intervenir en concursos de cuentos, pero esta vez me tentó el ser escuchado y premiado por el Instituto Cervantes. Preparé un cuento breve, con una idea genial y hasta lo revisé tres veces, para que resulte bien pulido.

    Recuerdo los consejos de la profe Andrea: "repasar un montón de veces, leelro en voz alta para notar si hay musicalidad", y esta vez los cumplí al pie de la letra.

    Llegó esa noche del encuentro, los participantes, nuevos y antiguos, las páginas en las manos, los ojos relucientes. Los míos, mucho más, convencido de mi triunfo.

    Cada uno leyó su cuento, yo también. Al terminar las lecturas, llegó el momento del veredicto, yo seguro de mi éxito, conversaba con Vera con dejos de superioridad.

    El viaje de regreso en el tren, seguí charlando con ella, solo para no caer en estrés, ya que fue ella quien se llevó el trofeo. Evité toda mención al suceso y me juré que de hoy en adelante no revisaré mis escritos, ni viajaré mas con Vera.

    Zeev - 173

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