Cuando estacioné, vi que Violeta estaba cerrando la manicuría. Bajé del auto apurada y la intercepté.
-Ey... mi turno es en quince minutos ¿ya te vas?
Se tomó la frente indicando que se había olvidado de cancelarme.
-Disculpame, tengo que ir al aeropuerto. "Despedidas"... -tituló con expresión desolada y bajó la vista mordiéndose el labio inferior. No tuvo que agregar nada más.
-Andá, andá... no te preocupes. Después te llamo y combinamos otro momento.
Se dio vuelta rápido, con alivio y agradecimiento. Y mientras se alejaba, noté que se secaba con el dorso de la mano un lagrimón.
Me quedé parada en la vereda, pensando en mi querida vecina que había llegado hace cuarenta años al país y en mi misma, que arribé hace sólo cuatro. Los que emigramos, conocemos esa sensación de espinita que se clava en el corazón cuando nos despedimos de un ser querido. Nos acostumbrarnos a transitar por la vida sabiendo que "no están a la vuelta de la esquina" ni
"al alcance de la mano", pero que están en alguna parte, por suerte.
Los aeropuertos son una increíble fuente de inspiración para mi, como escritora. Pero trato de esquivar el área "Departures" y me deleita encontrar un rincón estratégico en la sección "Arribos".
Observar los reencuentros, la contraparte feliz de la distancia, es un hábito que aprendí a ejercitar para paliar la ansiedad mientras espero a mi gente de Buenos Aires, cuando viene de visita.
Embelesada, miro los abrazos prolongados, las caricias, escucho los gritos de pura felicidad, las palabras de bienvenida. Veo las lágrimas de emoción, los dedos que palpan, el beso húmedo y prolongado. Percibo el alivio, la gracia de volver a sentir la presencia física de un ser amado...
Adoro los reencuentros, imaginar la historia detrás de dos seres que ríen, se miran incrédulos y se funden en un abrazo que no necesita palabras en el hall de arribos.
De pronto, pienso en el deseo que genera la falta, en las renovadas ganas, en el diálogo que fluye con nuevos bríos, en la necesidad y el apremio que generan las ausencias.
Percibo intensidades desconocidas para aquellos que no saben de añoranzas... no está tan mal. Siento ganas de saber: ¿por qué estuvieron lejos? ¿cuánto tiempo? ¿a cuántos kilómetros? ¿volverán a separarse o nunca más en la vida? ¡Qué manantial de inspiración para un escritor! Cada reencuentro que presencio, podría ser el final o el comienzo de un cuento...
Y ustedes, autores... ¿no creen que "despedidas" o "ausencia temporaria" es un tema-motor, disparador de una historia? ¿Quién hace "click" en comentarios y aporta al blog una narración al respecto?
¿Siempre quisiste escribir? Llegaste al sitio indicado. En los posts mas antiguos, encontrarás ANECDOTAS, ENSEÑANZAS LITERARIAS (Tips) y EJERCICIOS, muchos de ellos ambientados en la escenografía íntima de un pequeño Salón de Belleza en un barrio pintoresco de Israel. Y en los últimos posts: relatos destacados de escritores contemporáneos que brillan en los Talleres. Bienvenidos a Nace un Autor: un viaje al corazón de tu impulso creativo.
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Despedida
ResponderBorrarFue en una noche invernal, con un cielo límpido sin nubes que dejaba ver las estrellas.
Un leve viento arrastró una nube solitaria, blanca y pequeña, como si bailara en esa oscuridad infinita.
Cuando bajé la vista al suelo, algo me impulsó a darme vuelta; entonces la ví.
El viento se quedó sin nube; ahora estaba frente a mí, con senos provocativos y una sonrisa en su rostro.
La ví, no creí. Alargué mi mano para acariciar su cabello. Un cierto temblor en todo mi cuerpo, y no por el frío nocturno.
Supe de su dulce ser, respondí a su hablar susurrado, besé sus labios ardientes.
Y hubo días y también noches, y llegó la primavera con su verdor.
Y llegó la despedida de esa nube, como una mariposa que vuela con el néctar de las flores en su boca.
Y llegó el viento; con suavidad la transportó al rebaño de nubes que circulaba en el cielo.
Despedida sin lágrimas. Sin palabras. Solo los recuerdos quedaron.
Zeev - 167
**Plagio**
! Escribir y escribir ! Para que la posteridad pueda leerla y saber, que yo, pasé y lo
dejé escrito. Aquellos que me leerán, por costumbre, por curiosidad, por criticar o
simplemente para espantar el hastío, de las horas al matar. A todos ellos quiero
contarles la verdad. Quiero decirles, que al escribir no fue mi inspiración, fue sólo un
plagio de la vida real. Escribí pensamientos y poesías, todas rescatadas de la vida, y
a ustedes se las presenté como inspiración mía.
Les conté el dolor de una madre que despide a su hijo, del orgullo de un hombre cuando
recibe el primer nieto, del dolor de un amante al perder a su amada, la alegría de una
joven cuando recibe el primer beso, del dolor a un rechazo de amor por otro amor, el
orgullo del padre dando los primeros pasos con su hijo, de la agonía de ver morir en la
cama a quien fuera su compañera de toda la vida, del abrazo fraterno o del abrazo de
un amigo que se va de tu vida.
* ! Plagiar : copiar obras ajenas y darlas como propias ! *
Estoy conforme, me he sincerado, no tengo nada que ocultar. Ustedes, ahora, podrán
leerme y sabrán que no fue mi inspiración.
! No me tomen como un poeta, simplemente como un plagiario, que a la vida plagió !
Mario Beer-Sheva
Adiós
ResponderBorrarAdiós, querida mía,
dijo él
Se me apaga la vida.
No lloro,
sencilamente lo lamento.
Y se fue, quedó sola,
Sin él,
sin vida, sin lágrimas,
sin saber cómo se vive.
Zeev - 34
Parece que somos los colaboradores perpetuos...
ResponderBorrarVer escrito lo que sentí y pensé;es algo muyy agradable.
BorrarGusto en conocerte Daniel.
Despedida
ResponderBorrar-No me gustan las despedidas.
Dijo con voz apagada.
Encendió la televisión y se sentó de espaldas a la puerta.
El muchacho se paró en la puerta abierta con el bolsón en la mano.
La madre lo abrazo y le susurro:
-Dejalo, sabes como es.
Cerró sin hacer ruido, con un silencio preámbulo de su ausencia.
El televisor parpadeó.
Su luz se reflejó con pequeños brillos en las lágrimas que humedecían levemente la mejilla del hombre.
hermoso texto
ResponderBorrarDaniel
ResponderBorrarEsa mañana la ausencia de los sonidos cotidianos despertó a Daniel. No sabe cuánto tiempo esperó, deseaba escuchar los pasos fuertes de su padre salíendo a los fondos de la casa a recoger la nieve para higienizarse, pero nada, supuso que ya lo había hecho. Prestó más atención, conocía de memoria el ritual matutino, ahora, su padre debería estar colocándose los Tefilín pero dónde están los susurros de los rezos y los ruidos que anunciaban el trajín de su mamá en la cocina preparando el desayuno. Se levantó, los veinte grados bajo cero de temperatura lo hicieron temblar, bajó la escalera, todo era silencio y oscuridad. Caminó, la luz matutina lo guió hacia el comedor, allí encontró a su madre sentada en una silla. Entonces comprendió que la anunciada partida de su padre se había realizado. Se sentó en el piso y apoyo la cabeza sobre las piernas de su mamá.
— ¿ Por qué papá se tuvo que ir?
— ¡Ay! Ya te lo expliqué, lo amenazaron de muerte.
— ¿Quién? Si nos llevamos bien con todos.
— No sabemos quién.
— Estoy triste.
— Yo también hijito.
Este acontecimiento fue el primero de muchos otros que no iba a poder entender.