"Despecho", es el título del cuento que Vera Luna eligió para leer en el Primer Encuentro de Lectura de trabajos propios, de los Talleres de Escritura Creativa del Instituto Cervantes de Tel Aviv (fotos)
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DESPECHO
por Vera Luna
Nos encontramos las dos parejas en las escaleras del restaurante. El aire se paralizó. Mi mente volaba, corría, se estampaba contra las paredes sin salida...
¿Qué hago ahora? ¿Qué hago?
El apretó a su acompañante contra la cintura y yo, por el contrario, le solté violentamente la mano al mío. Mis sienes latían enloquecidas mientras el corazón galopaba huyendo de mi cuerpo, lejos de aquel momento fatídico donde la casualidad más negra nos puso a los dos frente a frente después de tanto tiempo.
El azar era injusto conmigo. Me puso a mí debajo de la escalera: nunca es lo
mismo mirar hacia arriba. Desde el peldaño superior, él me vería más pequeña y
suplicante, como mirando a un santo.
Ellos se iban y para mi empezaba una noche terminada de antemano. Tendría que
hablar aunque quisiera callarme. Tendría que comer, a pesar de mis ganas incontenibles de
vomitar.
Ellos se iban... ¿A dónde? Tuve miedo que mis pensamientos tuvieran voz.
Ellos se iban... ¿A dónde? Tuve miedo que mis pensamientos tuvieran voz.
Presenté a mi pareja como quien informa de una medicina que no hace ni estragos
ni milagros, un paliativo para el aburrimiento. El en cambio, volteó hacia ella,
la apretó tan fuerte contra su pecho que sus rostros se rozaron, se miraron un
siglo y mientras tanto el mundo se detuvo bajo mis pies... hasta que pronunció su nombre: -Renata- dijo- y no hizo falta nada más.
Sin títulos. Con solo evocar su nombre
la desnudó, la besó, se arrancó la camisa, la tomó de la mano y echaron
a correr sin ropas ni vergüenza,
exhibiendo su amor recién estrenado.
Ella se dirigió a mí entornando los ojos como si intentara recordar algo que le
escapaba de la memoria: -Ah! ¿Entonces tú eres... Ana?-
Sentí que lo vió todo, hasta mis más intimas miserias. Me sentí transparente y
frágil como el cristal, ínfima, muerta de miedo y con unas ganas locas de
escapar del juicio que encerraba su sonrisa condescendiente.
No me atreví a parpadear. Mis ojos eran vasos repletos de agua colgados de mis pestañas. Temí que al menor movimiento se desataran las lágrimas sin poder detenerlas. Las sostuve, inmóvil, en un acto de malabarismo.
Dos minutos duró el encuentro. Me dio tiempo de morir y de querer matar...
La escuché murmurarle al oído mientras bajaban -La verdad es que me la imaginaba de otra manera...-
También, me sobró el tiempo para desear no haber nacido.
No me atreví a parpadear. Mis ojos eran vasos repletos de agua colgados de mis pestañas. Temí que al menor movimiento se desataran las lágrimas sin poder detenerlas. Las sostuve, inmóvil, en un acto de malabarismo.
Dos minutos duró el encuentro. Me dio tiempo de morir y de querer matar...
La escuché murmurarle al oído mientras bajaban -La verdad es que me la imaginaba de otra manera...-
También, me sobró el tiempo para desear no haber nacido.
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A ver, autores... según el diccionario de la Real Academia Española, "despecho" es el resentimiento causado por haber sufrido un desengaño. ¡Qué temazo para la literatura! ¿Quién cuenta otra historia de despecho, donde -emulando el final de Vera Luna- "sobre el tiempo para morir, querer matar y desear no haber nacido"?